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Argentina y su campo: la tradicion de depender

Actualizado: 5 abr

En el núcleo de la economía argentina yace una realidad innegable: el campo emerge como el principal generador de divisas aportando el 60% de los dólares por exportación y el 10% de nuestro PBI. Esta situación se genera porque el país se encuentra dentro de los podios de producción y exportación de commodities de origen agrícola, ostentando el liderazgo en la exportación de aceite y harina de soja a nivel mundial, así como también se destaca como el segundo exportador global de sorgo y maíz y en la tercera posición como exportador mundial de aceite y harina de girasol.



Sin embargo, esta condición, que logró consolidarse como una tradición de producción Nacional, nos invita a plantear ciertos interrogantes sobre la vulnerabilidad de Argentina ante la dependencia de sus recursos naturales provenientes del sector agrícola en consecuencia de su vinculación con factores externos. En consecuencia, tenemos la inevitable urgencia de diversificar los recursos para garantizar la resiliencia económica, social y ambiental. A continuación, haremos una introducción al campo argentino, haciendo especial énfasis en los desafíos que enfrentamos al depender de él como nuestra principal fuente de ingresos. Examinaremos los desafíos que surgen en este contexto, destacando su relevancia para poder lograr un futuro sostenible.


El granero del mundo

Durante los últimos diez millones de años, los sedimentos provenientes de la erosión de la Cordillera de los Andes se han depositado gradualmente por sobre la extensión de la llanura pampeana. Este proceso, facilitado por condiciones abióticas cruciales como el clima templado de la región, ha resultado en la formación de un suelo fértil y productivo conocido como Loess Pampeano. Este es nuestro eterno protagonista, el Loess, una roca sedimentaria de color ocre-amarillento formada por partículas de arcilla, limo y arena fina que dan lugar a tierras que parecen bendecidas por su altísimo rendimiento.


Luego de las guerras civiles ocurridas entre 1814 y 1880, Argentina consolidó el poder central en el Estado Nacional, nucleando el desarrollo y la economía en la provincia de Buenos Aires; este modelo se basó en la exportación de materia prima proveniente del sector agropecuario, para el cual se necesitaban extensiones de tierras productivas (adquiridas en la campaña del desierto) y comunicaciones entre los diferentes sitios estratégicos, lo cual derivó en la construcción de líneas de ferrocarriles cuyo destino era el puerto de Buenos Aires. 

Con éstas condiciones era de esperarse que, gracias al capitalismo y contexto de época, nuestro país comience a ser uno de los principales exportadores de materia prima, consolidando el famoso modelo agroexportador aprovechando las ventajas comparativas con las que contaba el suelo pampeano para venderle cuero, carne, lana y cereales principalmente a Estados Unidos y Europa, logrando de esta forma que el mundo nos conozca como  “El Granero del Mundo”.


Un gran poder conlleva una gran responsabilidad

Ser portadores de este título trae consigo una innegable e infinita cantidad de aspectos positivos, sobre todo para el progreso financiero del país; algunos ejemplos concretos incluyen a la entrada de divisas por exportación de materia prima, la generación de puestos de trabajo, el desarrollo de infraestructura para mejorar el proceso productivo y logístico (como lo son rutas y líneas de ferrocarriles) y el desarrollo tecnológico y científico para facilitar el trabajo y mejorar los rindes de la producción.


Pero la situación no es completamente favorable como pudiera parecer a simple vista: así como Argentina se comenzaba a posicionar dentro del plano internacional como uno de los países más importantes conforme a la exportación de materia prima, éste fenómeno trajo consigo una notable dependencia que persiste hasta el presente como un desafío aún no resuelto. Dado que nuestra principal fuente de ingresos en divisas proviene del sector agrícola, nos encontramos en una situación paradójica en la que nuestra mayor fortaleza económica también constituye nuestra mayor vulnerabilidad. La dependencia crítica en el sector agropecuario representa una dificultad que aún no hemos podido abordar de manera efectiva como país.


Pampeanización

Hacia los años 60’ comenzaba la “Revolución verde”, un nuevo paradigma que implicó la implementación de un conjunto de tecnologías que abarcó desde la introducción de variedades vegetales de alto rendimiento modificados genéticamente hasta la aplicación de técnicas de riego controlado, el empleo de agroquímicos como herbicidas y fertilizantes y el uso generalizado de maquinaria agrícola.


Debido a la alta rentabilidad, al desarrollo tecnológico que la acompaña y al crecimiento de China como potencia en los mercados (siendo nuestro principal comprador y competidor a nivel global), la soja comenzó a extenderse por áreas que presentan diferencias significativas en términos ambientales y sociales con respecto a la región pampeana, reemplazando ecosistemas nativos de gran valor como lo son los bosques y humedales provocando una pampeanización de provincias como Chaco, Santiago del Estero y Formosa. 


Acompañado por un convoy de Fitosanitarios (como lo son los pesticidas, insecticidas, etc.) y que los precios de las tierras fuera de la región pampeana son considerablemente más bajos en comparación, los cultivos comenzaron a producirse en sitios donde previamente resultaba impensable su crecimiento y con una gran rapidez, utilizando los terrenos para cultivar extensas áreas de soja.


Pero, ¿Cómo esto puede representar una problemática?

En primer lugar, al comenzar a desmontar espacios nativos (especialmente en la ecorregión Pampeana, Chaqueña y Yungas) se comienzan gestar ciertas cuestiones tales como la pérdida de: captura de carbono en la biomasa y los suelos, ecosistemas ribereños y humedales, biodiversidad y su desplazamiento; la degradación de los suelos, el deterioro de los servicios ecosistémicos e incluyendo otras variables que, irónicamente, representan todos aspectos que  favorecen a la producción de materia prima.


No sólo se desplazan especies que luego terminan siendo fotografiadas para ser subidas a redes como X (antes Twitter) a modo de sorpresa, sino que existe un efecto de migración de poblaciones de personas (en su mayoría campesinos e indígenas) que viven en las zonas potencialmente explotables, lo que produce una reestructuración social y económica en la que tiene un gran papel la no inclusión de estos pequeños productores en el proceso productivo. 

      

La utilización de agroquímicos son otra problemática que se relaciona directamente con la expansión de la frontera agraria: el rápido avance de la misma y las condiciones de las regiones extra-pampeanas ocasiona que se utilicen más litros de fitosanitarios que los que se emplean comúnmente en zonas en las que los cultivos crecen con mayor facilidad. Estos productos están relacionados con el daño en la salud humana, provocando enfermedades alérgicas y respiratorias, casos de cáncer y malformaciones, especialmente en niños y mujeres. Estudios recientes en ríos, arroyos, aire y suelos evaluaron que componentes de dichos productos se encuentran en una alta frecuencia de presencia y en concentraciones que exceden los umbrales aceptables en países centrales.

La dependencia del campo

Así como Argentina se encuentra en constante dependencia con el sector agrícola, este también se encuentra sujeto a su relación con factores externos que pueden beneficiar o perjudicar a los cultivos y su cosecha, a tal punto de dejar inutilizables miles de hectáreas por más que la producción cuente con los parámetros sostenibles requeridos.


El factor determinante dentro de tal ecuación es el clima.

La ecorregión pampa, que concentra la mayor extensión de hectáreas destinadas a la producción agropecuaria, presenta un clima templado que va variando de este a oeste y de norte a sur. A este clima se lo conoce como “benigno” para la producción agrícola ya que favorece a las condiciones del suelo conforme a su fertilidad.


Entre 2020 y 2023 sufrimos una de las sequías más importantes de toda la historia de nuestro país, no solo por el escaso volumen de precipitaciones registradas, sino que también, al estar bajo efecto del fenómeno de “La Niña” (que en nuestro país contempla bajas precipitaciones y altas temperaturas) las sequías persistieron de manera prolongada, extendiéndose a lo largo del tiempo y provocando una notable incidencia en el rendimiento de los cultivos. Este período se caracterizó por ser el más crítico en toda la historia conforme al impacto sobre la agricultura, afectando significativamente la producción limitando el trabajo de los agricultores y el sector en su conjunto.


En números se estima que debido a éstas condiciones climáticas adversas se perdieron aproximadamente catorce mil millones de dólares en la producción de soja, trigo y maíz en el año 2022 (el equivalente al PBI de Nicaragua) y alrededor de veinte mil millones de dólares totales en 2023.


Recursos y soberanía

Desde nuestra posición consideramos que vivir de la nostalgia carece de sentido en el contexto actual debido a que los tiempos cambian así como también lo hacen los paradigmas. El país debe impulsar una diversificación de recursos naturales equitativa y sostenible, que garantice una seguridad económica, energética y social, así como la resiliencia de los ecosistemas, permitiendo que el país se adapte de manera eficiente a los efectos del cambio climático. 


Además, para lograr dicha diversificación, es imperativo llevar a cabo una gestión responsable de estos recursos naturales. Desde el norte del país, con la explotación del litio en los salares y la minería en la cordillera de los Andes, hasta el monte con la producción de bienes maderables; desde el litoral con sus cuencas de agua dulce y el mar argentino con su variedad de especies comerciales, hasta la Patagonia con la extracción de petróleo no convencional. Además, es importante destacar el potencial para el desarrollo de energías renovables en diversas regiones del país. 


La enumeración nos queda corta, pero una explotación de nuestras riquezas sin un desarrollo industrial nos situaría en una posición estática similar a la actual; debemos generar el valor agregado de los productos para competir en el mercado, originando nuevos puestos de trabajo y así una dinámica económica y social que favorezca el progreso nacional.


Una óptima administración de los recursos naturales es sinónimo de soberanía.








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