Día del Exceso de la Tierra: los saldos negativos de la política ambiental
El 28 de julio se cumple el Día de Exceso de la Tierra, que indica el agotamiento global de los recursos naturales destinados a un año. Argentina entró en ese “default ambiental” el 24 de junio, es decir, más de un mes antes de la fecha estimada. ¿Qué implicancias tiene este dato? ¿Qué acciones pueden tomarse para mitigar esta problemática?
Hablar de crisis climática es hablar de desigualdades. Aunque el deterioro del planeta afecta a todas las personas –y a cada ser vivo– por igual, no impacta ni lo hará del mismo modo en todos los países del mundo. El 24 de junio, la Argentina entró en una nueva deuda con el ambiente, que nos condena a un “default ambiental”.
¿Qué significa que un país entre en default ambiental?
Todos los años un grupo de científicos reconocidos que forman parte de la Global Footprint Network (Red Global de la Huella Ecológica) realiza un estudio de los recursos naturales disponibles que tiene cada país para usar en el transcurso de un año y compara esta disponibilidad con la velocidad con la que se consumen dichos recursos.
A partir de ese procesamiento de datos, en el que se contabiliza el cálculo de stock disponible que determina cuánto estamos consumiendo de nuestros recursos, se asigna a cada país un “Día de Exceso de la Tierra” o “Día de sobregiro”. De esta manera, se conoce cuál es el stock de recursos que tiene el planeta disponible por año, y así se registra cuántos recursos naturales se están consumiendo para sostener nuestra forma de vida.
Esta cuenta nos brinda información valiosa, ya que nos permite observar la velocidad y la cantidad de recursos que se consumen. Al llegar al “Día de Exceso de la Tierra”, se produce un agotamiento de los recursos, que materializa que estamos consumiendo de forma más veloz los recursos naturales de lo que pueden regenerarse.
La fecha que se estipula para determinar el sobregiro no es fija, sino que se modifica anualmente según el consumo de los recursos y la capacidad que tienen los ecosistemas de regenerarse. Por esta razón, cuando un país llega al Día de Exceso, significa que alcanza el límite del consumo sustentable de sus recursos; es decir, a partir de ese día, cada país estará consumiendo recursos futuros, dejando una deuda a las próximas generaciones.
¿Qué es la huella ecológica?
Para conocer los datos que nos llevan a establecer la fecha del exceso, se utiliza una medición que se realiza sobre la base de la denominada huella ecológica, la cual mide el impacto que la humanidad ejerce sobre el planeta.
William Rees y Mathis Wackernagel, creadores del concepto, definen a la huella ecológica como “el total de superficie ecológicamente productiva necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano medio de una determinada comunidad humana, así como la necesaria para absorber los residuos que genera, independientemente de la localización de estas superficies”. El indicador se obtiene rastreando el área ecológicamente productiva que se necesita para satisfacer las necesidades de las personas. Estas demandas incluyen el territorio para el cultivo de alimentos, la regeneración de la madera, la absorción de las emisiones de dióxido de carbono en la quema de combustibles fósiles y la infraestructura construida, entre otros.
Teniendo en cuenta lo mencionado por los creadores del concepto, el objetivo principal de la huella es poder evaluar el impacto sobre la tierra de un determinado modelo de vida y consumo, comparado con su grado de sostenibilidad.
Este concepto se relaciona con la biocapacidad, entendida como la superficie biológicamente productiva –cultivos, mar, bosques, etc.– disponible. Este indicador se mide en un cálculo de la cantidad de superficie terrestre y marina productiva que se encuentra disponible.
Ahora bien, para conocer el impacto ecológico de un país, podemos ver que el resultado surge a partir de estos dos conceptos. Así, para saber si un país tiene una reserva ecológica, debemos medir si su huella es menor que su biocapacidad; de lo contrario, está operando con un déficit ecológico.
Un dato importante a tener en cuenta es que la mayoría de los países tienen déficits ecológicos. La W.W.F afirma que “En poco más de 200 días ya hemos terminado con el capital natural disponible para los 365 días del año, excediendo en un 74 % la capacidad de los ecosistemas para regenerar los recursos naturales.”
Este indicador se obtiene a través del cálculo de la huella ecológica. Esta cuenta combina dos grandes factores: el primero es la biocapacidad del planeta y, el segundo, la actividad humana, entendida en términos de recursos consumidos por las personas y sus desechos.
El cálculo de la huella ecológica se adquiere a partir de restar los recursos consumidos por cada persona de los recursos generados por el planeta a lo largo de un año. De esta manera, la huella ecológica expone que la capacidad del planeta para satisfacer las necesidades de sus habitantes no es suficiente, ya que consumimos cada vez más recursos y producimos más residuos, generando grandes problemas en la biocapacidad del planeta.
“Día de Sobregiro”
La deuda ambiental se transforma en un gran problema para las actividades humanas porque afecta de forma directa los ecosistemas. Por ello, para analizar el default ambiental de la Argentina, debemos tener en cuenta ciertos puntos.
En primer lugar, debemos tener conocimiento sobre las prácticas productivas tanto a nivel nacional como global, debido a que las actividades extractivas, el agronegocio y los combustibles fósiles, entre otros, provocan una pérdida de la biocapacidad. En segundo lugar, el consumo de manera excesiva, automática y veloz conlleva el aumento de la utilización de los bienes comunes a tal punto que no dan tiempo a que los recursos se renueven.
Lo anterior conduce a lo que actualmente se conoce como “ecocidio”, es decir, un daño grave a la naturaleza de forma generalizada o a largo plazo. Una de sus causas principales viene dada por la expansión del capital financiero y los intereses del mercado que se sobreponen a los de la humanidad forjando desastres ambientales.

¿Qué sucede en la Argentina?
En Argentina se llegó a este día crítico el 24 de junio, un mes antes de la fecha global, que es el 28 de julio. Esta fecha nos indica que se agotaron los recursos disponibles para todo este año y que en los próximos 6 meses el país consumirá recursos futuros utilizando la biocapacidad o el presupuesto ecológico.
Lo anterior causa una deuda ambiental que se materializa en la profundización de la crisis climática y la pérdida de la biodiversidad. Esta situación se vuelve insostenible, debido a que el país está consumiendo un 75% más de los bienes comunes, de los que el planeta puede generar en un año.
Para comprender esta problemática, debemos tener en cuenta que los “bienes comunes” –en palabras de Gustavo Westreicher ("Bien Común”, 2020, Diccionario Económico)– son “todos aquellos donde no hay exclusión de consumo, es decir, todas las personas de la comunidad pueden utilizarlo y sacar beneficio de él”. Estos bienes, que incluyen al ambiente y los recursos hidrobiológicos, se caracterizan por satisfacer a todos los miembros de una sociedad, sin discriminación.
Sin embargo, al existir rivalidad (dada la escasez de estos recursos), un agente puede limitar o restringir la disponibilidad del bien para un tercero. Por esta razón, su consumo debe ser controlado por el gobierno, debido a que su utilización o explotación en exceso puede llevar al agotamiento, generando un desabastecimiento que provocará catástrofes en la sociedad.
Este panorama desalentador se materializa en el Informe Planeta Vivo, presentado por la Fundación Vida Silvestre, en el que Manuel Jaramillo –director general de la Fundación– afirma que “los datos dejan en evidencia que si todo el mundo viviera como lo hacemos en Argentina, se necesitan alrededor de dos planetas para abastecer los recursos naturales que sostienen nuestro sistema de producción y consumo”.
A pesar de lo anterior, Argentina no es el país que más rápido consume sus recursos, aunque se encuentra por encima de la media. El podio lo lideran según el anterior informe, los países como Estados Unidos, China, Rusia y Francia, que agotaron sus bienes comunes el 13 de mayo, el 2 de febrero, el 19 de abril y el 5 de mayo –respectivamente–, sumergiéndose en un gran default ambiental.
Según la Global Footprint Network, Argentina aún cuenta con reservas de biocapacidad para producir y proveer recursos y servicios ambientales. Ello la ubica en una mejor posición comparada con otros países de la región, como Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay.
El Informe Planeta Vivo enuncia y enumera distintas problemáticas que surgen a partir de nuestras prácticas y que genera un impacto negativo en el medio ambiente. En primer lugar, el informe analiza a la provincia de Chaco que es afectada por el extractivismo y donde miles de hectáreas son arrasadas cada año. Pese a que se sancionó una Ley de Bosque Nativos en 2007, ya se perdieron más de 3,5 millones de hectáreas de bosque nativos en nuestro país.
En segundo lugar, el informe describe que, de los residuos encontrados en la costa de la provincia de Buenos Aires, el 80% son plásticos. Ello supone un grave problema de contaminación, teniendo en cuenta que los plásticos suponen uno de los materiales menos biodegradables del planeta.
En tercer lugar, la matriz energética argentina se fundamenta en el uso de combustibles fósiles. Ello produce un ciclo que finaliza en la emisión de gases de efecto invernadero, que son los principales causantes de la crisis del cambio climático.
Por último, es importante destacar que según la GFN Argentina hoy necesita 2,1 planetas para mantener su nivel de consumo de recursos. Esto indica que el país se encuentra en deuda ambiental, con un panorama desolador y crítico, que vuelve urgente la búsqueda de estrategias y políticas públicas donde los países incluyan los indicadores ambientales que permitan combinar lo ambiental, lo social y lo económico.

¿Cómo se puede colaborar para resolver nuestra deuda ambiental?
Un punto importante a destacar es que, para poder generar un cambio y revertir esta situación, debemos realizar cambios en nuestros hábitos de consumo y producción, buscando actividades que sean compatibles con el ambiente y que incluyan indicadores como la huella ecológica, en el desarrollo de un modelo económico, productivo y social.
La principal solución se presenta en la modificación de las prácticas agrícolas y pesqueras actuales, que son insostenibles a largo plazo. Debemos buscar producir alimentos de forma consciente y respetando los tiempos de regeneración de los recursos para que de esta forma sea posible conservar la biodiversidad del país. También debemos reducir el uso de químicos, fertilizantes y plaguicidas para proteger los suelos.
En definitiva, el default ambiental que sufre Argentina no es solo una deuda con el ambiente, sino también una deuda de la gobernabilidad para con los ciudadanos. Se avanza y se somete la soberanía de nuestros bienes comunes, y las políticas públicas quedan al servicio de los intereses del mercado y sus ganancias, dejando en evidencia el desinterés humanitario por parte de la gobernanza, donde enfrentar el déficit ecológico y social es central para construir una sociedad sustentable y democrática.
Evitar el colapso ambiental depende de nuestros hábitos y conducta como sociedad. Es nuestra responsabilidad generar acciones que lleven a mejorar el ambiente y exigir que la toma de decisiones y las políticas públicas respeten, comprendan y estimen los límites del planeta. Y que, sobre todo, no antepongan los intereses del mercado a los de la sociedad.