El rol del docente y una deuda pendiente con la educación
Actualizado: 11 abr
Garantizar una educación de calidad es primordial para un desarrollo social más equitativo. En esta nota, repasamos la importancia de revalorizar a los docentes como eje fundamental para alcanzar ese objetivo.

Siempre me pregunto si cuando en nuestro país se habla de la tarea del docente o de la calidad educativa de la escuela pública se toma conciencia de las múltiples tareas que cumple un docente, o de la profundidad de su trabajo; en especial, en el nivel primario. Esta complejidad se debe a varios factores.
Por un lado, la importancia de los contenidos educativos, dado que es un momento en la vida del estudiante en el cual adquiere conceptos básicos para su desarrollo intelectual. Por el otro, la institución muchas veces termina cumpliendo el papel de segundo hogar y brindando la contención que muchos chicos no tienen. Es ahí donde el docente termina cumpliendo un doble rol.
Quienes tengan hijos en edad escolar, o bien sean familiares o amigos de docentes, han escuchado que su trabajo no es lo suficientemente valorado. Los que estamos en un lugar más cercano al docente vemos lo difícil de su labor y las horas que conlleva no solo dentro del aula, sino también fuera de ella.
Hoy en día, un docente no solo cumple cuatro horas dictando clases, sino también dedica muchas horas en el hogar para planificar las tareas que se dictarán en el aula, o bien para conseguir los elementos que les falten a sus alumnos y suplir así sus carencias. El gasto del material didáctico utilizado corre, en la mayoría de los colegios públicos, por cuenta del docente, quien percibe un salario en la provincia de Buenos Aires equivalente –según SUTEBA, en enero– a $115.000 por media jornada y, si trabaja en la Ciudad de Buenos Aires, de $131,796, (actualizado a marzo por la misma jornada).
La laboriosa e importante tarea de alfabetizar no siempre goza de las mejores condiciones. Hoy las aulas están colmadas con más de treinta estudiantes por curso, lo que genera que vayan a distinto ritmo por la simple razón de que son treinta realidades completamente diferentes.
Muchos de esos niños o niñas vienen de hogares en los que padecen violencia, hambre o malnutrición. Y se le pretende enseñar las vocales en cuatro horas cuando tienen tantos problemas que se deberían abordar primariamente.
Esto lleva al que el docente, quien no puede ser ajeno de la realidad de su alumnado, termine involucrándose y buscando soluciones para mejorar la calidad de vida de los niños con tales problemas. Aunque en la teoría del diseño curricular solo se concentre en el dictado de la clase.
A todo esto hay que sumar la baja en los salarios. Según un informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA), que parte de un informe de la OCDE, Argentina se encuentra en el puesto 34 de 37 países en los que se midió el salario anual docente.
Todo esto conlleva a que el docente, muchas veces, deba buscar realizar una doble jornada –denominada jornada completa–, que en la mayoría de los casos no se realiza en la misma institución. Por ende, deben trasladarse por la ciudad e incluso a localidades vecinas. Ello implica gastos de transporte que no están cubiertos, sino que salen de su salario. Además de gasto de tiempo. Como dijimos antes, un docente de jornada completa no trabaja ocho horas. Entre el tiempo de viaje desde su hogar, las horas de clase, el viaje a otra institución y las horas de planificación, un docente le dedica por lo menos 13 horas por día a su labor, por un sueldo de ocho horas.
¿Cómo construir un camino hacia la educación del futuro?
De aquí al 2030 debemos repensar la educación, con una mirada que incorpore las nuevas tecnologías. Debemos apuntar a un escenario en el que el docente sea reconocido por la importancia de su labor y pueda contar con herramientas estatales que faciliten y acompañen las problemáticas sociales. Los gabinetes psicopedagógicos deben estar mejor equipados e incluir a psicólogos y trabajadores sociales que trabajen de manera coordinada. El Estado tiene el deber de dar una respuesta más rápida y efectiva, que quite carga al docente y deje solo en sus manos aquellas tareas relativas a su función docente.
Teniendo a la educación como base de la cultura, es necesario repensar la educación como herramienta de acceso de los alumnos a un mundo globalizado con oportunidades. Que una vez graduados se puedan insertar con facilidad al mundo laboral o al menos que el cambio de la escuela a una institución terciaria o universitaria sea más fluido. En un mundo en constante transformación, la educación pública debe ser la más dinámica en sus contenidos y sus docentes deben ser didácticos. Para eso, solo deberían tener una sola preocupación: educar.