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Desde Ciclos mantenemos un firme compromiso con la pluralidad y el debate libre de ideas. Las opiniones publicadas no representan necesariamente los valores de la organización.

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La educación financiera como herramienta de inclusión social

En Argentina, el 95,3% de los adultos poseen una cuenta bancaria. Pero estar dentro del sistema financiero, ¿significa estar incluidos financieramente? ¿Cómo podemos trabajar para que estemos todos y todas en igualdad de oportunidades?

¿Qué significa contar con educación financiera?


Estar educados financieramente supone un proceso por el cual las personas adquieren conocimientos esenciales sobre el manejo del dinero, las finanzas personales y sus derechos como usuarios y usuarias financieras, que conlleva consecuentemente el acceso al crédito y al endeudamiento responsable. Pero también implica un sinfín de realidades que pueden cambiar la vida de las personas a largo plazo e incluso por generaciones.


Es por esto que debemos tomar a la educación financiera como una herramienta de inclusión social, ya que permite construir una sociedad más justa e igualitaria, disminuye la brecha y contribuye con el fin de la pobreza. Esto se debe a que conocer nuestros derechos, como consumidores financieros y como usuarios de los servicios de dicho sistema, nos empodera como personas. Esto implica desde el conocimiento para poder distinguir los beneficios del ahorro a corto, mediano y largo plazo, hasta saber armar un presupuesto familiar y conocer los riesgos de lo que implica acceder al mercado de crédito por fuera del sistema formal, o incluso entender la lógica del endeudamiento.


Contar con esta información es muy importante en todas las etapas de la vida: ya sea como jóvenes que recién comienzan a ingresar en el marcado laboral, o bien como jefes y jefas de hogar o adultos mayores. Estas herramientas nos permiten planificar nuestros gastos mensuales para lograr así proyectarnos a futuro.


Estos beneficios también se extienden a la igualdad de oportunidades en materia de derechos civiles, ya que ciudadanos más informados pueden comprender con mayor claridad el contexto socio-económico y político actual en el que se desarrollan. A su vez, es una herramienta de inserción laboral.


La inclusión financiera comenzó a tomar vital relevancia desde que en el año 2000 se incorporó a la agenda de los países que conforman el G20, tanto en organismos internacionales como en bancos centrales. Esto se debe no solo a lo crucial del acceso a servicios financieros, sino también porque estudios como el del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) mostraron que no usar productos formales para el ahorro puede ser más perjudicial que no tener acceso al crédito formal. Vale decir que estos estudios evidenciaron una alta correlación existente entre el nivel de pobreza y la exclusión del sector financiero, así como también que personas con niveles más altos de conocimiento y habilidades financieras gozan –en promedio– de un mayor bienestar económico.

Según un informe del Banco Mundial, la inclusión financiera es un elemento facilitador en el cumplimiento de siete de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible:


1) Fin de la Pobreza (ODS 1);

2) Hambre Cero (ODS 2);

3) Salud y Bienestar (ODS 3);

4) Igualdad de Género (ODS 5);

5) Trabajo Decente y Crecimiento Económico (ODS 8);

6) Industria, Innovación e Infraestructura (ODS 9); y

7) Reducción de las Desigualdades (ODS 10).


La educación financiera en Argentina


De acuerdo a los datos publicados por el Banco Central de la República Argentina (BCRA), el 95,3 % de la población adulta accede a una cuenta bancaria. Estas cuentas son ofrecidas por las entidades financieras y los proveedores de servicios de pagos.

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Si bien existe un amplio acceso al sistema financiero, tener una cuenta bancaria es solo el comienzo de una sociedad incluida financieramente. Para que el progreso sea continuo y efectivo es necesario que las personas puedan utilizarlas al 100 % de su beneficio, lo cual incluye la posibilidad de realizar transferencias y depósitos, generar ahorro, invertir, aprovechar las promociones que brindan los pagos por medios digitales y acceder a préstamos y seguros.


Con la implementación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) durante la pandemia de COVID-19, se logró reducir el porcentaje de la población adulta sin ningún tipo de cuenta del 16,5% en marzo del 2020 al 4,7% a fines del 2021, según datos del BCRA en el informe antes citado.


Finalmente, en la encuesta de capacidad financiera se destacaba que el nivel de conocimiento financiero en Argentina es bajo: 4 puntos, siendo el nivel de referencia de 5 puntos. Así, solo un 38 % de la población supera ese nivel, lo que ubica a la Argentina en el puesto 31 de 39 países relevados. Esto quiere decir que solo el 50 % de los encuestados conocen ocho o más productos o servicios financieros, entre los que se destacan las tarjetas de crédito y débito, los depósitos a la vista y a plazos, y los préstamos personales e hipotecarios. De la lista quedan rezagados, por ejemplo, los fondos comunes de inversión (FCI) y los leasing, que son grandes herramientas de crédito tanto para las personas como para los emprendedores o PYME.


Igualdad de género e inclusión financiera: una deuda pendiente


El sistema financiero evidencia brechas de género en el acceso y en el uso del crédito. Solo el 33,4 % de las mujeres adultas se financia a través de entidades financieras, es decir, 3,6 puntos porcentuales menos que la cobertura que alcanzan los varones adultos. La brecha se concentra en el crédito otorgado por entidades, particularmente bancos privados.

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De acuerdo al informe del BCRA, en 2021 el saldo promedio por deudor del sistema financiero evidenciaba que las mujeres tenían un promedio de 33,5 % inferior al de los varones. La brecha se ampliaba a 35,1 % a entidades financieras y se reducía al 18 % en los proveedores no financieros de crédito. Las mujeres tienen una mayor participación relativa en el crédito con entidades no financieras, que por sus características suponen condiciones financieras menos favorables y costos superiores, lo cual amplía las situaciones de vulnerabilidad.


Es muy importante plantear una educación financiera con perspectiva de género. De esta manera, vamos a poder avanzar en dos metas muy importantes del ODS 5:


5.5. Asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública; y 5.a. Emprender reformas que otorguen a las mujeres igualdad de derechos a los recursos económicos, así como acceso a la propiedad y al control de la tierra y otros tipos de bienes, los servicios financieros, la herencia y los recursos naturales, de conformidad con las leyes nacionales [énfasis agregado].


Educación de calidad: la clave hacia la inclusión financiera


Hemos visto hasta aquí la importancia de la educación financiera para la inclusión en diversos aspectos de la vida cotidiana de las personas. A raíz de la pandemia, muchas personas quedaron sin su principal fuente de ingreso de un día para el otro y no todos pudieron hacer frente a ese imprevisto, ya que no contaban con ahorros.

Hoy en día tener destinado una parte de nuestros ingresos a generar ahorros nos puede evitar muchas complicaciones a la hora de enfrentarnos no solo con una dificultad tan grande como la falta de trabajo, sino con cuestiones más cotidianas, como una reparación en el hogar o el arreglo de un electrodoméstico. La falta de ahorro lleva a muchas personas a acceder a créditos por fuera del sistema financiero formal, lo que les genera un nivel de endeudamiento muy alto con tasas de interés desmedidas.


¿Cuál sería la solución para que todos estemos incluidos financieramente? La respuesta es más simple de lo que se suele pensar: educación de calidad (ODS 4).


Cuando se plantearon los ODS en la Asamblea General de Naciones Unidas en 2015, educación de calidad fue uno de los primeros, con el objetivo de garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos y todas. Partiendo de esta base, podemos proyectar un sistema educativo que incluya a la educación financiera en la currícula, que enseñe cómo se arma un presupuesto familiar, cómo administrarse económicamente, cuáles son los derechos que tenemos como usuarios y usuarias financieros, cómo invertir y cuáles son los riesgos de esto.


Si todos los alumnos de la escuela secundaria terminaran sus estudios con esta información, no solo entrarían al mercado laboral mejor preparados y con mayor conocimiento económico, sino que también podrían compartir esos conocimientos en sus hogares con sus padres, hermanos/as y con todas aquellas personas de su entorno que no tienen acceso a esta información.


Hoy en día existe el Plan Nacional de Educación Financiera (PNEF), que tiene como principal objetivo “fortalecer las capacidades financieras y asegurar, a través de la promoción, un mayor acceso a los productos y servicios financieros especialmente de aquellas personas usuarias pertenecientes a grupos sociales vulnerados, concientizando sobre su uso responsable y sostenible”.


A fines de diciembre de 2022, el presidente del BCRA, Miguel Pesce, junto con la presidenta de la Honorable Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, firmaron un convenio de cooperación para coordinar el fortalecimiento y difusión de la educación financiera. Según se anunció desde el BCRA, este convenio permitirá trabajar en el desarrollo y distribución de materiales educativos y pedagógicos, así como también en la realización de capacitaciones de educación financiera dirigidas al público en general, priorizando a los sectores más vulnerables.


Medidas de este tipo suponen un avance para la educación financiera en nuestro país. Confiamos que con la divulgación y el compromiso de todos y todas podremos tener educación financiera de calidad en todas las escuelas del país.

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