"La seguridad necesita políticas públicas a largo plazo": entrevista a Martín Siracusa
Actualizado: 14 jul 2021
Abrimos el nuevo ciclo sobre Paz, Justicia e Instituciones Sólidas, esta vez centrado en Seguridad (ODS 16), con una entrevista a Martín Siracusa, exsubsecretario de Gestión Administrativa del Ministerio de Seguridad de la Nación (2015-2019). ¿Cómo recibió la gestión? ¿Se instaló un nuevo paradigma en seguridad o se mantuvo una continuidad con ciertos cambios? ¿Cuáles son los desafíos para que las políticas de seguridad sean compatibles con el desarrollo sostenible?
Perfil del entrevistado
Martín Siracusa (Buenos Aires, 27 de febrero de 1985) es economista por la Universidad de Buenos Aires (mención Cum Laude) y Magíster en Finanzas con orientación en Administración Financiera del Sector Público en la misma universidad. Entre el 10 de diciembre de 2015 y el 9 de diciembre de 2019 se desempeñó como subsecretario de Gestión Administrativa del Ministerio de Seguridad de la Nación. Actualmente, es secretario del Instituto de Estudios Estratégicos en Seguridad (IEES), además de profesor universitario. Es autor del libro "El lado B del bienestar: cómo las finanzas deciden sobre las políticas sociales" (2019, Desde el otro lado).

Al asumir tu mandato en el 2015, ¿cuál fue el escenario con el que te encontraste? ¿Qué diagnóstico realizaron frente a los conflictos existentes en la materia de seguridad?
Puedo hablar de este tema dividiéndolo en dos dimensiones: una más general y otra más personal. En lo personal, fue muy positivo, en el sentido de que yo tuve la posibilidad de hacer algo que no todos tuvieron, que fue juntarme previamente con el funcionario que estaba a cargo del área en la que asumí posteriormente, e incluso mantener a gente de su equipo durante mi gestión. Pero me encontré con algo desorganizado y con muchos problemas, algunos de "la Argentina atada con alambre” y otros por una situación más general que tenía que ver con el uso una ideología impuesta que se empezaba a notar hasta en las cosas más chicas.
La gente de las fuerzas de seguridad se sentía maltratada, abandonada. Y aunque parezca mentira, eso se nota en cada detalle. Por ejemplo, cuando se nos escaparon los prófugos, lo primero que nos dimos cuenta es que no había comunicaciones encriptadas, comunicaciones propias para las fuerzas. Se mandaban WhatsApp o hablaban por redes abiertas; no había seguridad en ese sentido. Nosotros tuvimos la determinación de hacer cambios profundos. Insisto, muchos tenían que ver con una Argentina atada con alambre durante muchos años. La seguridad es algo muy complejo y necesita políticas públicas a largo plazo.
Ya que hablás de los cambios que llevaron adelante, ¿considerás que uno de ellos fue un cambio de paradigma con respecto a la gestión anterior? ¿O hubo una continuidad con cambios concretos en ciertas áreas?
Creo que hubo una construcción. Dimos inicio a un paradigma que fue aceptado por los distintos actores sociales: por el Presidente, por la conducción política, por las fuerzas de seguridad y por la gente. Se entendió que acá había un intento de poner las cosas en su lugar. Pusimos criterios claros y se entendió que si los agentes de seguridad jugaban dentro de esos criterios iban a obtener beneficios, pero que si jugaban afuera iban a recibir castigos.
Los policías sabían que si cumplían con esos criterios se los iba a defender hasta las últimas consecuencias, como pasó con Chocobar. Si tenían que actuar, actuaban. Al que tenía sus chanchullos lo separábamos y le iniciábamos los procesos correspondientes, como pasó con el Jefe de Automotores. Había kioscos que nosotros fuimos cerrando y tratamos de ser muy claros con esos criterios. Si vos hacés mal las cosas, no sos policía, no te queremos adentro de la Fuerza.
Creo que avanzamos con la construcción de un paradigma que después la sociedad fue aceptando, porque daba resultado. Y hoy se ve mucho ese reconocimiento, especialmente en las clases bajas. Se ve en las zonas más pobres o más vulnerables; esos lugares, la imagen de Patricia Bullrich es muy buena. Es más, es mucho mejor la imagen de Patricia en el sur de la ciudad de Buenos Aires que en el norte o en ciertas zonas del conurbano, como San Isidro. Esto se debe a que, a diferencia de lo que piensa el sentido común, el que más sufre la inseguridad es de clase baja.
Si vos al lado tenés un narco, escuchás tiros en tu casa, ¿cómo vivís con tranquilidad? Por ahí se vio como “mano dura”, pero para mí no se entendió que en realidad era algo progresista y que el Estado estaba llegando a la gente que más lo necesitaba. Poner a la Gendarmería en el barrio 1-11-14 significaba para mucha gente tener tranquilidad a las seis de la tarde.
Creo que ahí radicó el error del nuevo gobierno: puso la ideología antes que evaluar primero cuál era el escenario.

Nombraste diferentes tipos de delito: la cuestión narco, la utilización de armas de fuego y demás. ¿Cuáles consideras que fueron los delitos que mejor combatieron?
Tener una Argentina sin narcotráfico fue una promesa de campaña y nosotros sabíamos que la sociedad había votado eso. Entonces esa fue nuestra bandera, porque sabíamos la conexión que hay entre el narcotráfico y la tasa de homicidios. Una sociedad en la que hay bandas narcos tiene enfrentamientos y asesinatos, es más violencia. En consecuencia, tenés una mayor tasa de homicidio.
Nosotros nos regimos los cuatro años por mediciones. Teníamos un indicador que era el precio de la droga y la calidad. Sabíamos que si la droga era de menos calidad y el precio aumentaba, se debía a que los productores cortaban la droga, bajándole su calidad y aumentando el precio, debido a que había menor cantidad en las calles por el trabajo que llevábamos adelante. Entonces esa medición nos hacía dar una idea de cuánto afectaban los allanamientos y confiscaciones en la cantidad de droga en circulación.
Yo lo ví claro en un amigo mío que me cargaba y me decía que estaba carísimo comprar marihuana. Nuestro objetivo nunca se centró en si estar de acuerdo o no con que fumes marihuana, sino en desmembrar a las bandas narco que traficaban cannabis, heroína, cocaína o drogas sintéticas. O incluso trata de personas, de niños o niñas, porque en general esta clase de delitos están relacionados.
Siempre me acuerdo a Pablo Escobar, que arrancó traficando electrodomésticos y cuando vio que era más rentable la droga, se pasó a la marihuana y de ahí se pasó la cocaína, cuando vio que en Miami se vendía mucho más cara. En realidad, el tipo primero fue un traficante y después un narco. Se convirtió en un narco, pero porque vio la posibilidad. Acá pasa algo parecido: si vos dejás pasar la marihuana, mañana eso no es marihuana; es cocaína o paco.
¿Qué delitos quedaron pendientes? Es decir, aquellos que te hubiese gustado profundizar más y que no dio el tiempo o los recursos del Estado...
En esos años tuvimos éxito bajando la tasa de homicidio, pero en los últimos aumentaron los robos. Con respecto al robo hicimos algunas cosas interesantes; por ejemplo, todo lo que fue la nominación de los teléfonos para poder darlos de baja apenas fueran robados. Si nos hubiéramos quedado más tiempo, hubiéramos visto más resultados.
Creo que siempre hay cosas que faltan hacer, pero tuvimos solo cuatro años. Creo que fue la primera vez que un Ministerio de Seguridad dura cuatro años. Esto nos permitió cerrar muchas cosas también, porque son procesos más largos que te permiten cerrar cosas que se nos ocurrieron el primer año, que vimos la necesidad y que tuvimos tiempo para llegar al final y decir “ah, bueno, ahora está terminado”.
Yo dejé en mi escritorio un hermoso informe firmado con una nota, deseando mucha suerte. Pero la verdad es que nadie de la nueva gestión me llamó para conversar ni trabajar en lo que se venía.
¿Cuál es el balance que sacas de la gestión 2015-2019? ¿Qué autocrítica te queda?
A mí me parece que algo muy terrible del Estado es la velocidad lenta para todo. Creo que hay cosas que si yo volviera a tener la oportunidad iría con topadora desde el primer día. Realmente hay cosas que creo que nos auto-limitamos por no animarnos a "romper todo". Y mirá que yo en eso fui bastante para adelante.
Me tocó la parte administrativa y eso implicó un montón de cosas que la gente ni se enteró. Recuerdo una ART que hacía diez años que la licitación se caía y se renovaba. Y nosotros decidimos tomar ese tema y darlo vuelta. Lo resolvimos porque el problema era que se seguía manteniendo un contrato viejísimo con una empresa que estaba en medio continente. No te das una idea del lobby que tuve en ese momento. Fue fatal. Recuerdo gente de todos los colores políticos viniendo a verme para que no hiciéramos esa modificación. Pero fuimos a fondo y pudimos cerrarlo. Y logramos que el Estado ahorre alrededor de $ 500 millones, una barbaridad de plata. Pensá que estuvimos una década gastando $ 500 millones por año. ¡Son $ 5.000 millones! Y todo eso porque nadie cortaba el negocio. Con los ahorros que pudimos hacer en estas cosas terminamos comprando aviones, helicópteros, lanchas...
Con respecto a la autocrítica, creo que uno tiene que hacer las cosas más rápido y "de cuajo". Si dudás, te pasan por arriba. Hay que ir muy a fondo y animarse. Cuatro años pasan volando.
La seguridad suele ser una agenda con la que se identifican ciertos sectores de lo que es el espectro político. ¿Considerás que en el momento en el que te tocó gestionar existían planes de seguridad en las demás fuerzas políticas mayoritarias del país?
Qué buena pregunta. Creo que es una preocupación muy importante y que, en general, los partidos la reflejan. El problema de los planes en Argentina es que nos cuesta planificar lo que haremos mañana.
En materia de seguridad hay doctrinas muy claras, y pienso que no son nada inocentes. Cuando escucho a alguien decir “no persigamos al narcotraficante chiquito” lo traduzco como “no quiero perseguir a los narcotraficantes”. Yo no diferencio entre chiquito o grande.
Entiendo la postura de que en la Argentina tuvimos a esa maldita policía que agarraba a alguien cualquiera en la calle. Pero no se puede pensar que una persona por no tener trabajo o no haber tenido oportunidades pueda terminar vendiendo droga con un arma en el bolsillo, captando gente y armando una banda. Eso es asumir que una persona pobre es delincuente. Es absurdo.
Por eso, a veces creo que hay cosas que son ideológicas, y otras cosas que son convenientes. Ahí hay que tener cuidado porque hay intereses que son nefastos.

Nuestra organización nace inspirada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030. Teniendo en cuenta que quedan nueve años para completar el plan, ¿cuál es el camino que debería seguir el país para lograr un equilibrio entre políticas de seguridad que busquen disminuir los delitos pero que, a su vez, aseguren los derechos humanos?
Creo que la clave está en la tecnología. Hoy la tecnología cambió todo. Me acuerdo que habíamos comprado un camión hidrante que tenía entre 15 y 20 cámaras incorporadas, lo que aseguraba que todo lo que pasaba quedaba absolutamente registrado. Otro ejemplo son las pistolas táser, de las que tanto se habló. Mientras que con las táser todo quedaba registrado, con un arma de fuego o un palo no. Con esas pistolas había mucha mayor garantía para el ciudadano.
Por otro lado, siempre hay que tener en cuenta que dentro del policía hay un ser humano que durmió poco, o que tiene una familia con problemas, o que se peleó con su pareja. Separar eso es muy complicado, y a veces uno los saca de contexto y no los cuida.
Hay que tener en cuenta esto: con nosotros, que instauramos este paradigma que para muchos fue "de mano dura", bajaron un 30 % los casos de gatillo fácil, bajó la cantidad de policías muertos y bajaron las personas civiles muertas en manos de la policía.
Esto se debe a que cuando tenés las reglas claras, hay menos violencia.
¿Qué mensaje quisieras dejarle al ciudadano que está preocupado con esta problemática?
La seguridad tiene que ver con dos cuestiones. Primero, con la empatía, con lo que le pasa a la víctima. Es importante destacarlo porque a veces en nuestro país parece que sucede todo lo contrario. Segundo, la operación política. Creo que la seguridad es uno de los temas que debería ser tratado mejor. No hay forma de trabajar si no es con cooperación.
