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Malvinas: Soberanía y Memoria

Actualizado: 5 abr

Cada 2 de abril, desde que somos chicos, cantamos la Marcha de las Malvinas en honor a nuestros combatientes y caídos en batalla, y en defensa de nuestros derechos soberanos sobre las Islas. La marcha nos impone una consigna clara: “Tras su manto de neblinas no las hemos de olvidar”. En estos tiempos líquidos de verdades relativas, nuestro deber es claro: defender que las Malvinas fueron, son y serán argentinas.



Nuestra memoria ha permanecido intacta estos 191 años transcurridos desde la invasión y ocupación ilegítima de nuestro territorio. En ese período, hemos realizado reclamos bilaterales y ante organismos multilaterales para recuperar la plena soberanía sobre nuestro territorio. No obstante, Londres mantiene una postura inflexible al sostener sus dominios coloniales de ultramar. Dicha ocupación no sólo se limita a la presencia física en nuestro territorio, sino que también implica la  extracción y explotación ilegal de nuestros recursos naturales. 


Principalmente, esto se sustenta en el lugar que ocupa el Reino Unido en un mundo donde la igualdad soberana de los Estados y la defensa de su integridad territorial son una expresión de deseo más que realidad efectiva. Entonces, ¿qué opciones tenemos ante nosotros para recuperar las Malvinas?


La tercera Invasión inglesa

El primer paso que debemos tomar es entender por qué las Malvinas fueron, son y serán argentinas. Las Malvinas fueron ocupadas por los ingleses en 1833, tras las fallidas invasiones al Virreinato del Río de La Plata en 1806 y 1807. En esta tercera invasión que resultó exitosa, desplazaron la población local para asentar pobladores británicos en las tierras ocupadas. Desde entonces, los ingleses se rehúsan a respetar el derecho internacional, declarando las tierras ocupadas como parte de su territorio. Sin embargo, el paso del tiempo no disminuye el valor de nuestro reclamo, ni refuerza la postura británica.


Para respaldar esta posición podemos apelar a tres argumentos irrefutables:


-El primero de ellos consiste en la aplicación de la doctrina de la proyección geográfica. Bajo esta doctrina, la soberanía del Estado continental se extiende también a los territorios insulares que integran su plataforma marítima. Este principio se aplica ya que las Islas Malvinas constituyen una extensión de la plataforma marítima argentina. Por lo tanto, Argentina, y no un Estado ubicado a 12 mil kilómetros de distancia, debería ejercer soberanía sobre las Islas Malvinas


-El segundo principio se sustenta en que los hechos ilícitos no pueden ser fuente de derechos. Es decir, la ocupación ilegal de un territorio no puede ser utilizada como sustento de soberanía. La única excepción a este principio sería que Argentina preste su consentimiento a la ocupación. Sin embargo, nuestro país ha realizado protestas formales denunciando esta ocupación en 1833, 1834, 1842, 1849, 1884, 1888, y durante todo el siglo XX y XXI, tanto en forma bilateral como en foros internacionales. Por lo tanto, el dominio inglés sobre el territorio nunca fue consentido por Argentina. 


-Finalmente, después de la bula papal Inter Caetera de 1493 y el Tratado de Tordesillas de 1494, se delimitó que para el Siglo XV el territorio insular malvinense integraba el Imperio Español. Por lo tanto, siguiendo las reglas de la sucesión de Estado, después de la independencia argentina, estos territorios pasaron a integrar las Provincias Unidas del Río de la Plata. Así, en 1829, Buenos Aires designó a Luis Vernet como el primer gobernador argentino de las Islas Malvinas.  


Por otro lado, el principal argumento británico (la autodeterminación de los pueblos) no resulta de aplicación en este caso. Gran Bretaña como metrópoli imperialista debería estar al tanto de que este principio garantiza que la metrópoli se retire del territorio colonizado y permita a los pobladores originales organizarse política y jurídicamente de acuerdo a sus costumbres y deseos. 


En este caso, no existe un pueblo sometido a dominación colonial, ya que la actual población malvinense fue implantada por la potencia que ocupa las islas en forma ilegal. De esta forma, el argumento británico carece de todo sustento. Más bien, el actual escenario se explica por el lugar que ocupa el Reino Unido en la OTAN y la ONU, ya que no hay dudas de que  desde el punto de vista jurídico, las Malvinas son argentinas. 


Sin embargo, ni la Corte Internacional de Justicia ni otros tribunales internacionales podrían tratar esta controversia ya que para ello deberían contar con el consentimiento de los Estados parte, y dado este panorama, resulta evidente que los ingleses no se someterían a una instancia judicial.


Unidos y Organizados

Con esta base, como segundo paso, debemos lograr consensos internacionales que nos permitan presionar a la Corona Británica para que desista de su ocupación ilegal.


La diplomacia argentina ha trabajado arduamente en este sentido. Como primer logro, se encuentra la resolución 2065 de la Asamblea General de la ONU de 1965, que marcó un hito importante al colocar esta controversia en la agenda internacional, instando al Reino Unido a negociar con Argentina. Esta victoria, ha sido complementada con una serie de resoluciones de órganos de la ONU y la OEA en el mismo sentido. 


Otro aspecto importante a destacar es la necesidad de consolidar esta causa como una cuestión latinoamericana. Ante una situación desigual, en la cual nos enfrentamos a un miembro de la OTAN que cuenta con el poder de vetar resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, debemos obtener la mayor cantidad de adhesiones para fortalecer nuestra capacidad negociadora. Esto se pudo apreciar durante la Guerra de Malvinas, donde no hubo uniformidad en el comportamiento de los países de la región: por un lado, Chile apoyó militarmente al Reino Unido, mientras que por el otro, Bolivia y Perú ofrecieron apoyo militar a Argentina. Esta división debilitó considerablemente nuestra posición en el conflicto. 


Esta división desde la que partimos, a nivel regional, es parte de un plan británico de larga data. La idea de una Patria Grande, sostenida por San Martín, Bolívar y Rosas en el Siglo XIX, atentaba contra los intereses anglofranceses en la región, por lo que su diplomacia buscó frustrar cualquier intento de alcanzar esta meta. Así lograron, por ejemplo, la fragmentación del Virreinato del Río de la Plata en varios países. De la misma forma, la alianza entre Argentina, Brasil y Chile (ABC) ideada por Perón en la década del 50 también obtuvo tal oposición anglosajona, tanto británica como norteamericana.


Es por ello, que resulta notable los esfuerzos de Alfonsín, Menem y Duhalde, en la creación y consolidación del MERCOSUR como foro para limar las asperezas y desarrollar una agenda en común con Brasil, así como el trabajo realizado por Kirchner y Cristina, para ubicar la cuestión Malvinas como una prioridad latinoamericana. Basta con buscar declaraciones de líderes como Lula o Chávez denunciando la ocupación británica de Malvinas para apreciar lo expuesto. Para el año 2015, esta cuestión había logrado obtener la solidaridad de América Latina y de muchos países en todo el mundo, incluidos miembros permanentes del Consejo de Seguridad como Rusia y China. 


El giro a la derecha de la región, con líderes como Macri y Bolsonaro que contaban con expreso apoyo norteamericano, implicó retomar la vieja visión anglofrancesa. Esto resultó en un desbaratamiento y debilitamiento de los mecanismos de integración regional desarrollados durante más de 30 años. Los cuatro años de la presidencia de Alberto Fernández, a pesar de su acercamiento con líderes de la región -independientemente de su ideología política- no alcanzaron para revertir esta situación, y hoy nos encontramos con una América Latina dividida. Los enfrentamientos de Milei con Petro y Lula son muestras que su objetivo es mantener el rumbo iniciado por Macri, cuya única consecuencia será debilitar nuestra posición a nivel global. Sin dudas, festejan en Londres y Washington.


Combatir la desmalvinización

Por último, debemos reconocer un problema interno: las constantes campañas de desmalvinización que enfrentamos.


En principio, podemos observar el lugar relegado que han ocupado históricamente nuestros combatientes y caídos en la Guerra de Malvinas. Después de la finalización del conflicto bélico, los  combatientes y familiares de los caídos han tenido que luchar durante muchos años para obtener un reconocimiento que rara vez les ha otorgado la democracia. Sumado a la lucha por una pensión digna y el reconocimiento por su heróico desempeño, también observamos cómo los relatos imperantes reducen su rol en el conflicto a meras víctimas. De esta forma, se relega y olvida el heroísmo con el que han enfrentado al invasor inglés derramando su sangre en defensa de nuestra Patria. Una visión que resulta favorable a los intereses ingleses.


También, se puede ver como el divorcio de la sociedad con las Fuerzas Armadas producida por la dictadura se encuentra presente en esta cuestión. La democracia, que ha sabido castigar a los responsables de los delitos de lesa humanidad y condenado el rol de las FFAA y FFSS en crímenes contra el pueblo argentino, aún no ha logrado encontrar un lugar para nuestros héroes de Malvinas. Sumado a esto, el uso político de la guerra por parte de Galtieri y las cúpulas militares de la dictadura obstaculizan ver que el pueblo argentino cuando salió a las calles aquel 2 de abril de 1982 lo hacía con una causa justa: añoraba ver a su país completo nuevamente. 


Desde ya no se promueve una apología o justificación a la guerra, ya que nuestro país históricamente se ha opuesto al uso de la fuerza como solución de controversias. Pero, ¿qué futuro podemos pensar para nuestra sociedad si olvidamos y escondemos a nuestros héroes y la injusticia que el pueblo argentino buscaba revertir con la Guerra de Malvinas? 


Galtieri con la guerra nos llevó a una situación compleja y contradictoria que sólo favorece a los intereses británicos, y en el camino, destruyó años de trabajo diplomático: ya que durante el siglo XX, Argentina enviaba maestros a Malvinas, proveía a las islas con combustible vía YPF y participó en la construcción de un aeropuerto en Puerto Argentino que contaba con vuelos frecuentes operados por Líneas Aéreas del Estado (LADE). La única forma de obtener una resolución favorable es seguir el camino iniciado con democracia y diplomacia buscando el apoyo de la mayor cantidad de actores de la Comunidad Internacional. 


La reforma del 94 incorpora en la Constitución Nacional el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas como eje rector de la diplomacia. No obstante, en los últimos 30 años hemos tenido gobiernos con tendencias neoliberales con una clara simpatía y subordinación a la diplomacia anglosajona que han operado en sentido contrario. En la década del noventa se llegó a una banalización tal que nuestra cancillería enviaba ositos de peluche como regalo a los isleños para ganar su simpatía; mientras que en el macrismo se escondió la subordinación a los intereses británicos detrás de un presunto principio de Pareto; y actualmente somos testigos de cómo la reivindicación thatcherista del presidente está presente en los actos y omisiones de una Cancillería que parece por momentos no ser más que una oficina del Departamento de Estado norteamericano o del Foreign Office británico.


Afortunadamente, nuestro pueblo, heredero del Gaucho Rivero, Mansilla, Liniers, y Maradona, mantiene vivo el mandato de la Marcha de las Malvinas y no olvida. Durante el 2022 todos los argentinos, sin distinción de clase, género, afiliación política o religiosa, cantábamos por los pibes de Malvinas que jamás olvidaremos. Hoy, la clase política, ya sea peronista, radical, socialista, de centro, de izquierda y de derecha, tiene la obligación de conducir este sentimiento a la praxis política, y no permitir que este gobierno vaya en contra del sentimiento de este pueblo, de nuestros intereses y de nuestra soberanía. 


Hoy, 2 de abril, miramos a los ingleses, sus aliados internacionales y a los entreguistas locales y les recordamos que en esta Patria no encontrarán olvido, renuncia, ni perdón.


Las Malvinas fueron, son y serán argentinas.


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