Es un lugar común cada vez más recurrente en la discusión pública la idea de que Milei “está haciendo el ordenamiento económico que la casta no quiso hacer”. En esta primera nota sobre economía en Revista Cíclica, vamos a empezar a adentrarnos en la discusión sobre este tema complejo analizando la coyuntura. La idea de las próximas entregas es ir profundizando en las causas de la actual crisis económica, y avanzar en una renovación en el pensamiento económico del campo nacional y popular, para progresivamente arribar a una síntesis que nos permita encontrar soluciones a este panorama decadente.
De dónde venimos
El pasado 1 de marzo en su discurso ante la Asamblea Legislativa Milei afirmó que su gestión recibe “la peor herencia que ningún gobierno en la historia argentina haya recibido jamás”. No es arriesgado señalar lo mentirosa que es esta afirmación, que ni siquiera requiere ir muy atrás en nuestra historia. La mega recesión del año de 2001 que eclosionó con la salida de la convertibilidad llevó a casi el 70% de la población por debajo de la línea de pobreza, la tasa de desempleo se acercó al 20% y el salario real cayó un 17%, con un salto del tipo de cambio del 300% y un brote inflacionario del 40% anual en el año 2002, luego de años de deflación. Mientras que las hiperinflaciones de 1989 y 1990 llevaron la pobreza al 60%, con una caída del salario real de más del 40% y una inercia inflacionaria que al gobierno de Carlos Menem -con un contexto internacional favorable y amplio apoyo político- le costó más de dos años eliminar.
Este breve racconto histórico no tiene el fin de minimizar la compleja situación argentina, si no para matizar el mito que se busca instalar sobre la situación económica argentina. El país lleva más de 10 años con tasas de crecimiento muy bajas: el PIB creciendo un promedio del 0,3% anual y el PIB per cápita cayendo más de 7%. Los salarios reales tuvieron una fuerte caída entre 2017 y 2020, y se mantuvieron prácticamente en los mismos niveles hasta el final del gobierno de Alberto Fernández. Tanto el empleo total registrado como la actividad económica se encuentran virtualmente estancados desde el año 2011 y la pobreza supera el 40% según datos del INDEC.
La tragedia del gobierno anterior fue no encontrarle el agujero al mate a una crisis que se comenzó a gestar ya durante los años dorados del kirchnerismo, donde se empezó a menospreciar el problema inflacionario y arrancó la destrucción de un instrumento tan valioso para fortalecer nuestra moneda como lo es la deuda pública.
A ese panorama se le suma la consolidación de un régimen de alta inflación que superaba el 180% anual en diciembre de 2023 con niveles de indexación muy elevados y a las dificultades para acumular reservas y administrar el tipo de cambio sin saltos abruptos. En agosto de 2023, luego de la derrota electoral del oficialismo en las PASO, se implementó por presión del FMI un salto del tipo de cambio del 22% que se trasladó a precios de manera casi automática (la inflación de agosto fue del 12,4% y la de septiembre fue del 12,7%), dificultando así lograr una suba del tipo de cambio real que permitiera reducir la demanda de dólares. ¿Por qué recordamos ese episodio? Porque es sintomático de la situación actual: uno de los principales drivers del proceso inflacionario es la suba sistemática del tipo de cambio, proceso imposible de frenar sin reservas en el BCRA. No obstante, cada intento de fijar un tipo de cambio real más alto para desincentivar la demanda de divisas trae aparejado un nuevo fogonazo inflacionario que lleva todo a foja cero, y suma más leña al fuego. Cada nuevo salto cambiario consolidó pisos a la inflación más elevados.
En esta línea, quizás la herencia más grave del gobierno de Alberto Fernández es un BCRA exhausto de reservas (22 mil millones de reservas brutas y reservas netas negativas por -10 mil millones en diciembre de 2023), con una deuda con importadores extraordinaria (se pospusieron pagos a importadores por la escasez de reservas) por 10 mil millones de dólares y debiendo afrontar en el 2024 vencimientos de deuda al FMI y al Club de París por más de 12.500 millones de dólares. Son múltiples los motivos de esta situación límite, entre los que se pueden mencionar:
La falta de pericia en el impulso de proyectos que permitían acumular más divisas, como el gasoducto Néstor Kirchner, cuya construcción y puesta en marcha recién se pudo dar con el ingreso de Sergio Massa al Ministerio de Economía. Pero también vale mencionar otros proyectos boicoteados por la disfuncionalidad de la coalición gobernante, como las granjas porcinas con financiamiento chino, o por presiones sociales mal afrontadas, como la explotación de plata en la Meseta de Chubut.
El cepo cambiario, que es una traba que logra evitar corridas abruptas contra el tipo de cambio, pero impone una distorsión: la aparición del mercado paralelo crea fuertes incentivos para la sobrefacturación de importaciones y la subfacturación de exportaciones (es decir, los agentes económicos buscan acceder a los dólares oficiales más baratos, para poder venderlos más caros en el mercado paralelo). Esto desvía una parte de las divisas a dicho circuito paralelo y dificulta al BCRA la acumulación de reservas. De esta manera, la brecha cambiaria se mantiene alta y con ella los incentivos para sobrefacturar importaciones y subfacturar exportaciones, perpetuando el problema.
El BCRA fue un colador: entre 2020 y 2022 hubo un superávit comercial por más de 34.000 millones de dólares, pero las reservas cayeron en más de 12.000 millones de dólares, ¿a dónde se fue el superávit comercial, si hay cepo? Este se fue en pago de deuda de las empresas del sector privado no financiero. En septiembre de 2020 se habilitó que las empresas accedan al dólar oficial (más barato) para amortizar hasta el 40% de sus vencimientos de deuda en moneda extranjera. ¿Cuál fue el problema de este esquema? Llevó a las empresas a aumentar sus deudas con sus propias casas matrices, ya que fue un esquema que permitía acceder a dólares más baratos. La vieja sobrefacturación, por otros medios.
Todo este panorama se agravó en el año 2023 por un factor extra que terminó de fulminar las posibilidades de acumular reservas y estabilizar durante el mandato de Alberto Fernández: una de las sequías más grandes de la historia. En 2023 el agro exportó 20.000 millones de dólares menos que en 2022. Vale remarcar la importancia del agro para la economía nacional: es por lejos el sector que más divisas provee a la economía (más de 40.000 millones de dólares), y es este factor el que le pone techo al crecimiento económico, en la medida que la disponibilidad de divisas te permite financiar las importaciones necesarias para el funcionamiento de toda la economía. Sin dólares, se dificulta hacer frente al pago de importaciones (de allí el aumento de la famosa deuda de los importadores, a los que se les habilitó a endeudarse con sus proveedores para no frenar el proceso importador) y también se complejiza afrontar la demanda de dólares para atesoramiento (la famosa Formación de Activos Externos, mayor en un año electoral con mucha incertidumbre) y el pago de vencimientos de deuda externa.
Es por todo ello que 2023 iba a ser en todos los escenarios un año perdido (y lo fue). Se estima que el PBI cayó un 2,5%, las reservas internacionales brutas cayeron en más de 20.000 millones y el déficit fiscal primario fue del 2,9%, debido a la caída de la recaudación por la sequía. Existía la posibilidad de realizar una estabilización en 2024 sin provocar una tragedia social, en la medida que con el fin de la sequía y el superávit energético producto del Gasoducto Néstor Kirchner cambiaba el panorama, pero no fue el camino elegido.
Qué hizo Milei
El diagnóstico de Milei sobre la crisis es que la única causa de la inflación es el déficit fiscal financiado mediante emisión monetaria: simplemente habría un exceso de oferta monetaria por el populismo de los políticos. Para Milei la inflación es un fenómeno monetario que requiere un ajuste fiscal de shock. Nadie niega que para un programa de estabilización es necesaria un ancla fiscal, pero es alarmante el menosprecio de Milei por la cuestión cambiaria: es fundamental para avanzar en un sendero desinflacionario reducir los incentivos a la dolarización y fortalecer al peso. No obstante, el Presidente sigue insistiendo en entrevistas con la idea de avanzar hacia una dolarización (hoy técnicamente imposible por falta de reservas). El razonamiento es sencillo: ¿qué incentivos hay para permanecer en pesos si el Presidente dice que es excremento y que dentro de poco competirá libremente con el dólar?
No obstante la fantasía dolarizadora, el programa implementado hasta el día de hoy es un clásico ajuste ortodoxo. La idea es que un brutal ajuste fiscal y monetario, que nos está introduciendo en una recesión de magnitudes extraordinarias, va a bastar para terminar con la inflación. Por ello es que Milei anunció un plan de ajuste del 5,4% del PBI. El gasto público bajó fuertemente en términos reales en enero debido a la licuación de las jubilaciones y de salarios del sector público, el freno a las transferencias a las provincias, la paralización de la obra pública y la no actualización de las partidas del Presupuesto 2023 (notorio es el caso de las universidades, que estiman que sólo pueden afrontar sus gastos hasta junio de este año). Junto con la fuerte caída del gasto, se comenzó a implementar un aumento de impuestos (el anunciado por Caputo era de 2,8% del PBI, aunque en parte está sujeto a la aprobación por parte del Congreso). El principal aumento fue del impuesto PAIS, el cuál se aumentó al 17,5% para importaciones y exportaciones no agropecuarias, y fue el principal instrumento que permitió mejorar la recaudación.
En simultáneo, el gobierno aplicó una fuerte suba del tipo de cambio del 118%, que redundó en inflaciones mensuales del 25,5% en diciembre, 20,6% en enero y alrededor del 15% en febrero (según las estimaciones de las consultoras), con la consecuente caída del salario real, del 20,7% para los trabajadores registrados en diciembre y enero, la más grande de la que se tenga registro. Cabe señalar que en enero la suba nominal de los salarios fue del 14,7%, es el aumento más elevado de toda la serie del RIPTE, pero sigue por debajo de la inflación. Es decir, tenemos salarios que pierden sistemáticamente con la inflación, pero están subiendo nominalmente a una tasa interanual de tres dígitos.
En conjunto con la megadevaluación, se implementaron medidas de estímulo a la liquidación de divisas de exportación: el “dólar blend”, que habilita a los exportadores a liquidar el 20% de sus ventas al exterior en el CCL, y el resto en el mercado oficial. Por el lado de la política monetaria, Caputo dispuso en diciembre una fuerte baja de la tasa de interés, fijando la tasa nominal en 100% anual.
En una próxima nota analizaremos en particular qué son los BOPREAL, pero cabe señalarlos brevemente entre las políticas implementadas. El BCRA comenzó a colocar deuda en dólares por un total de 10 mil millones de dólares para aquellos importadores que tuvieron que endeudarse con sus proveedores en el exterior, por la política de la gestión anterior de limitar el acceso a los dólares para importación. Es la primera vez en la historia que el BCRA se endeuda en una moneda que no es el peso.
Por qué no es un ordenamiento
Como la maxidevaluación produjo una caída de la brecha cambiaria hasta el 20% y las distintas cotizaciones del dólar se mantuvieron estables e incluso a la baja, comenzó a instalarse la idea de un supuesto éxito del plan económico de Milei. Es común escuchar la frase de que “Milei está haciendo el ordenamiento de la economía que nadie del sistema político estaba dispuesto hacer”. Lo cierto es que no hay ni un fundamento en la macro que apunte que estamos atravesando un ordenamiento (mucho menos una estabilización). Milei y su ministro Caputo lo único que hicieron hasta ahora es profundizar gravemente los desequilibrios económicos y sociales.
Veamos cada uno de los componentes de la macro fundamentales para encarar una estabilización, y observemos si es cierto que se está dando un ordenamiento.
Frente cambiario
Este es el frente más sensible en los próximos meses, en la medida en que no hay posibilidad de estabilizar sin fijar un ancla cambiaria. Es decir: no hay manera de frenar la dinámica inflacionaria, sin lograr fijar el precio del dólar de manera sostenible. Como la devaluación fue una de las más grandes de la historia, el fogonazo inflacionario fue brutal, profundizando el desorden de precios y provocando una veloz apreciación del tipo de cambio real. Para el momento en que es publicada esta nota, la inflación ya se comió el 50% de la suba del tipo de cambio real. Lo más grave es que, luego de la suba del 118%, el BCRA fijó un ritmo de suba del tipo de cambio del 2% nominal mensual que es poco creíble con estos niveles de inflación.
¿Por qué es poco creíble? Porque para administrar el tipo de cambio es condición indispensable acumular reservas. Las reservas son la herramienta con la que cuenta el BCRA para administrar el precio del dólar. Es cierto que hasta el día de la fecha el BCRA logró comprar reservas por más de 4.500 millones de dólares (neto de pago de DEGs), pero este ritmo de compras no es sostenible. Se basa en gran parte en mantener pisado el pago de importaciones, ya que además del BOPREAL para “patear” la deuda vieja, se impuso el pago en 4 cuotas mensuales para nuevas importaciones, al punto que la deuda de importadores ya supera los 6 mil millones de dólares por encima de los valores normales.
Esta situación no podrá sostenerse en los próximos meses, cuando comiencen a vencer los pagos de las nuevas importaciones. La esperanza del gobierno se encuentra en que en abril comience la liquidación de la cosecha por parte de los exportadores, lo que permitiría abastecer al mercado y continuar la acumulación de reservas. Habrá que ver si los exportadores salen a liquidar el grueso de la cosecha, o la retienen especulando con una nueva devaluación. Como dijimos antes: como la inflación ya habrá licuado totalmente la devaluación de diciembre entre abril y mayo, las presiones cambiarias volverán, y es probable que el gobierno deba implementar una nueva devaluación que vuelva a elevar la inflación.
En un escenario optimista para el gobierno, donde se dé la liquidación de la cosecha, el BCRA podrá sumar alrededor de 8.000 millones de dólares hasta junio y luego deberá afrontar el segundo semestre, siempre el más adverso en materia cambiaria, con lo acumulado. Si el gobierno busca liberar el cepo de manera administrada (es decir, sin incurrir en una nueva super-devaluación que dispare los precios a niveles descomunales), es fundamental que acumule un buen volumen de reservas o que obtenga un nuevo préstamo del FMI. De lo contrario, volverá a haber disparadas del tipo de cambio, profundizando los niveles de inflación. Lograr evitar saltos abruptos del dólar, esa es la cuestión.
Frente monetario
El gobierno cree que una tasa de interés fuertemente negativa contra la inflación, que licúe los pasivos remunerados del BCRA, va a bajar la inflación al reducir la oferta monetaria y las expectativas de emisión futura (ya que el BCRA debería emitir menos para pagar los intereses). Es decir, se licúan los ahorros de todos los que utilizan plazos fijos para resguardar el valor de su dinero.
El problema de este esquema, es que a la larga aumenta las presiones a la depreciación del peso. Aunque en la actualidad la tasa de interés le estaría ganando al ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial (fijado, como dijimos, en el 2% mensual), esto solo es sostenible si se acumulan reservas internacionales. Y esto depende, además de los otros factores mencionados, de la tasa de interés. Con una tasa de inflación interanual del 254% y luego de un salto del tipo de cambio del 118% y de la apreciación real que mencionamos previamente, las expectativas de devaluación siguen siendo elevadas. En ese contexto, una tasa de interés real tan negativa no genera incentivos para que los agentes económicos se mantengan en el peso. Hay que ver si el gobierno tiene la credibilidad política para despejar expectativas de devaluación. Hoy en día hay calma en el mercado de cambios, y el CCL sigue cayendo, en parte por el dólar blend que mencionábamos antes, y por el carry trade impulsado por el gobierno (en el corto plazo, vender dólares y hacer un plazo fijo para luego volver a comprar dólares es sumamente rentable). El problema es que en breve las presiones volverán, y este esquema es muy endeble.
Frente fiscal
La piedra angular del plan económico, en la óptica del gobierno, es el fuerte ajuste fiscal que está siendo implementado. Aunque redunde en una fuerte caída de la actividad que permite acumular reservas, y además es una fuerte señal para los mercados, el ancla fiscal por sí sola no garantiza una estabilización, y además va a comenzar a perder su credibilidad.
Como señalamos en el apartado anterior, el ajuste fiscal abarca la gran mayoría de las partidas presupuestarias, e incluye también una fuerte licuación de jubilaciones y salarios del sector público, así como una fuerte reducción de subsidios a las tarifas de los servicios y del transporte (que suma más fuego a la inflación). Sin embargo, es una dinámica que se muerde la cola. La reducción del gasto público lleva a una disminución de la actividad económica, que significa una caída de los ingresos públicos, lo que termina aumentando el déficit. Al gobierno no le va a quedar otro camino que continuar profundizando los recortes y la suba de impuestos, profundizando la recesión económica.
Si la recaudación de enero todavía tenía inercia, lo que significó lograr el superávit fiscal financiero, ya en el siguiente mes la recaudación registró el peor febrero en más de 15 años, volviendo a presentarse el déficit financiero. Esto sin contar que se profundizan las tensiones con las provincias. El gobierno buscará aprobar en el Congreso su paquete fiscal para intentar afrontar este panorama, pero lo cierto es que está ingresando en un círculo vicioso de recesión y caída de la recaudación.
Salarios
Parte de la apuesta del gobierno para bajar la inflación es lograr un disciplinamiento salarial. Es imposible reducir estos niveles de inflación sin moderar la puja distributiva, con salarios corriendo de manera interanual a un ritmo de tres cifras. La apuesta del gobierno es lograr una recesión de magnitudes tales que genere una caída de los salarios reales por meses, y una caída del empleo que modere las presiones salariales. Es decir, se trata de congelar una participación de los trabajadores en el ingreso nacional más regresiva. La apuesta es lograr en el mediano plazo una baja de la inflación que permita una recuperación de los salarios que, aunque módica, permita mejorar el humor social. Es difícil con los niveles de conflictividad social, y con las tensiones presentes en los distintos frentes previamente analizados.
Nuevamente, es dudosa la viabilidad política y social de un ajuste tal de los ingresos de la población (que además de una caída del salario real se le suman fuertes subas de tarifas de los servicios y el transporte). Argentina no deja de ser un país con sindicatos muy poderosos, y niveles de resistencia salarial muy elevados. Somos un país con una elevada conflictividad social y con actores sociales poderosos, que presentan una fuerte resistencia a ataques. Según la UCA la población debajo de la línea de pobreza ya asciende al 57,4% (muy por encima del 40% de noviembre de 2023). De la pericia del gobierno para contener las presiones sociales, administrar la puja distributiva y debilitar a los sindicatos y movimientos sociales, depende gran parte del éxito de esta política de disciplinamiento social. Es difícil predecir cómo resultará esto: depende de que Milei mantenga su -por ahora- elevado apoyo social.
Conclusiones
Como pudimos observar a lo largo de la nota, no hay indicios de que la economía esté siendo ordenada. Por el contrario, los desequilibrios sociales y políticos se profundizaron. El sistema de precios relativos está completamente roto, hubo una seguidilla de aumentos preventivos por parte de los formadores de precios para cubrirse de la incertidumbre, y una mega-recesión no parece alcanzar para revertir este panorama. Ante una caída de la demanda, los empresarios no van a bajar precios, simplemente van a ajustar su producción (es decir, las cantidades). Gran parte de la viabilidad del programa económico del gobierno está en lograr una acumulación de reservas que permita administrar el tipo de cambio y fijar un ancla cambiaria que modere la dinámica inflacionaria.
El problema de fondo, en definitiva, es que para lograr un verdadero ordenamiento de la macro la credibilidad política y los niveles de apoyo social del gobierno deben mantenerse en niveles elevados. Difícil teniendo en cuenta que no hay señales de que haya crecimiento económico y aumento de los salarios en el corto plazo. No, la economía no va a crecer en el corto plazo, y nada de lo que hace el gobierno apunta a lograr crecimiento. No hay drivers para ello: el consumo no va a crecer por la licuación de los ingresos, el gasto público está en caída libre, las exportaciones van a ser mejores que el año pasado pero nada indica que sean extraordinarias y la inversión también está cayendo en picada (por falta de demanda), además de que no hay grandes anuncios de ingreso de Inversión Extranjera Directa.
La apuesta del gobierno parece ser licuar, generar una megarrecesión, y apuntar a acumular las reservas suficientes para implementar un nuevo esquema cambiario (¿tan solo eliminar el cepo?, ¿libre competencia de monedas?) que permita estabilizar, reducir la inflación y lograr en el mediano plazo alguna mejora salarial que aplaque la situación social. El problema es que el tiempo apremia y las medidas adoptadas parecen ser insuficientes (o aún peor, contraproducentes) para lograr esto.
Trabajos consultados
Audemus [@Audemus__]. (2024, 29 de febrero). Es una buena noticia el aumento de reservas en el BCRA. Sin embargo, un análisis detallado matiza los resultados. [Twit]. X. https://twitter.com/Audemus__/status/1763312968614170713
Carrera, J. (2024). Sin ancla política no hay plan de estabilización que pueda funcionar. El Diario Ar. https://www.eldiarioar.com/opinion/ancla-politica-no-hay-plan-estabilizacion-pueda-funcionar_129_10946559.htm/
Crespo, E. y Fernández, G. (2024). Réquiem para el peso. El Dipló. https://www.eldiplo.org/notas-web/requiem-para-el-peso/
Guzmán, M. (2024). Volver al futuro. El Diario Ar. https://www.eldiarioar.com/opinion/volver-futuro_129_10934237.html
Kulfas, M. (2024). El eterno resplandor de una Argentina sin recuerdos. Argentina en un nuevo periodo presidencial y una nueva crisis económica. Documentos de trabajo nº 93 (2ª época), Madrid, Fundación Carolina. https://www.fundacioncarolina.es/el-eterno-resplandor-de-una-argentina-sin-recuerdos-argentina-en-un-nuevo-periodo-presidencial-y-una-nueva-crisis-economica/
Morra, F. [@fmmorra]. (2024, 8 de marzo). Licuadora versus motosierra: el gobierno ha entrado en una dura batalla contra si mismo. [Twit]. X. https://twitter.com/fmmorra/status/1766231841630044192
Scaletta, C. (2024, 3 de marzo). Estilo, ideas zombis y recesión purificadora. El Destape. https://www.eldestapeweb.com/opinion/javier-milei-presidente/estilo-ideas-zombis-y-recesion-purificadora-2024330536
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