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Mitos y realidades sobre la energía nuclear: entrevista a Adriana Serquis

Actualizado: 23 sept 2021

Lograr una matriz energética asequible y no contaminante es uno de los grandes Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS 7). La energía nuclear es una de las alternativas que más debates y controversias suscita. En esta entrevista, conversamos con Adriana Serquis, Doctora en Física y presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), acerca de los mitos y realidades que existen en torno a la energía nuclear, el potencial de Argentina en su desarrollo y los principales desafíos que existen a futuro.


Complejo Nuclear Atucha (Zarate, Argentina)
Complejo Nuclear Atucha, ubicado en el partido de Zárate, provincia de Buenos Aires (Argentina). Foto: Prensa Nucleoeléctrica Argentina

Perfil de la entrevistada:


Adriana Serquis es licenciada en Física por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y doctora en Física por el Instituto Balseiro y becaria postdoctoral de investigación en el Superconductivity Technology Center de Los Alamos National Laboratory (LANL) de los Estados Unidos. Además, cursó la Maestría en Ciencia, Tecnología e Innovación –con orientación en política científica– de la Universidad Nacional de Río Negro, donde también se desempeña como docente.


Serquis cuenta con una amplia trayectoria académica. Actualmente, es Investigadora Principal del CONICET, presidenta de la Asociación Argentina de Cristalografía y directora alterna del Instituto de Nanociencia y Nanotecnología (nodo Bariloche). A lo largo de su carrera, recibió numerosos premios y distinciones por su labor científica, y es autora de más de cien publicaciones en revistas académicas.


Desde junio de 2021, preside la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), dentro de la órbita de la Secretaría de Energía del Ministerio de Economía de la Nación.


Adriana Serquis en la Comisión Nacional de Energía Atómica
Serquis ha complementado su trabajo académico con la militancia social y política. Así, forma parte del colectivo de mujeres "Trabajadoras del Centro Atómico Bariloche" y colabora activamente con el Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE). Foto: Prensa CNEA

Antes de comenzar: panorama de la energía nuclear en el mundo


La energía nuclear es aquella que se libera como consecuencia de la reacción que se produce cuando se dividen los núcleos atómicos pesados (proceso que recibe el nombre de "fisión nuclear"). Ello produce un efecto multiplicador que se conoce como "reacción en cadena". Como resultado de este proceso, se generan grandes cantidades de calor que permiten obtener energía mecánica, para poner en funcionamiento generadores de energía eléctrica.


La cantidad de energía producida a través de la fisión nuclear es exponencialmente mayor a la de otras formas de energía. En una pequeña fracción de tiempo, los núcleos fisionados liberan una energía un millón de veces mayor que la obtenida, por ejemplo, en la reacción de combustión de un combustible fósil.


Los comienzos de la producción de esta fuente de energía se remontan a mediados del siglo XX, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces comenzó la construcción de los primeros reactores de fisión nuclear. Durante la segunda mitad del siglo pasado, las ventajas comparativas de esta forma de energía llevaron a que se expanda a diferentes regiones del mundo.


En la actualidad, existen 442 reactores en operación, distribuidos en 30 países. Todos ellos producen alrededor del 11 % de la electricidad mundial. A la fecha, hay otras 53 unidades en construcción en 20 países.


Estados Unidos es el país con mayor número de reactores nucleares operativos (97), seguido de Francia (58), China (45), Japón (37) y Rusia (36). De todos ellos, China es el país que más está acelerando su producción de reactores, con diez actualmente en construcción.


En América Latina, solo tres países cuentan con reactores nucleares: México (2), Brasil (2) y Argentina (3). Argentina fue el primer país de la región en contar con producción de energía de fisión nuclear, a partir de la inauguración de la Central Nuclear Atucha I en 1974. A ella le siguió la Central Nuclear Embalse, en la provincia de Córdoba, que comenzó a operar en 1984, que funcionó hasta 2015, y luego retomó su actividad en 2019. En tercer lugar está la Central Nuclear Atucha II, que si bien comenzó a construirse en 1982, el proyecto se paralizó y recién en 2014 comenzó a producir energía, gracias a la reactivación de la iniciativa a través del Plan Nuclear Argentino.


A pesar de la expansión de la energía nuclear a lo largo del mundo, hay países que se oponen a ella. Tal es el caso, por ejemplo, de Alemania o Suiza, que a pesar de tener centrales nucleares en funcionamiento han decidido emprender un proceso de desmantelación, con el objetivo de hacer la transición hacia otras formas de energías alternativas. O el caso de Uruguay, donde la energía nuclear está prohibida por ley desde 1997.


En tiempos de mayor conciencia ambiental y crecientes demandas a favor de energías no contaminantes, la fisión nuclear continúa en el centro de la discusión global.


Impacto ambiental y social de la energía nuclear: mitos y verdades sobre su funcionamiento y seguridad


Hace algunas semanas se viralizó un tweet que comparaba el caso de Alemania con el de Francia. En el primero, después de gastar 450 mil millones de euros en energías renovables, han conseguido una electricidad casi el doble de cara que en el segundo, y un sistema eléctrico que emite 10 veces más CO2. Teniendo en cuenta estos datos, ¿qué ventajas en términos económicos, sociales y ambientales podríamos asociar a la energía nuclear respecto de las energías renovables (como la solar, la eólica o la hidráulica, entre otras)?


En cuanto a cuestiones ambientales, acabas de mencionar lo que analizó Alemania, que es justamente la baja emisión de dióxido de carbono. Si uno piensa en todo el ciclo de la energía nuclear, en el pasivo ambiental están la construcción de la central y los residuos finales. Pero debemos tener en cuenta la baja emisión de dióxido de carbono –mejor dicho, la nula emisión– que tienen durante la operación. Por ese motivo, ninguna matriz energética a nivel mundial podría pensarse en el futuro con baja emisión, si no contiene una parte nuclear.


En cuanto a las cuestiones económicas, el tiempo de vida útil de una central nuclear puede llegar a ser muy largo, por lo que el LCOE (levelized cost of energy) es un cálculo que suele ser siempre aproximado. Tener en cuenta el tiempo total de vida de una central nuclear es complejo, porque a mitad de su vida se analiza la posibilidad de extenderla. Esa extensión de vida útil que suelen tener las centrales nucleares brinda la posibilidad de bajar muchísimo ese costo, que suele ser sobreestimado al comienzo de la operación de una central nuclear.


Por último, desde el punto de vista social, hay que pensar que el desarrollo tecnológico que implica la energía nuclear otorga bienestar en un montón de niveles. El conocimiento que está asociado al desarrollo de una central nuclear trae aparejados un montón de otros desarrollos tecnológicos: en materiales, en otras aplicaciones, en el uso de tecnologías avanzadas.


Y, a nivel geopolítico, como país que posee tecnología nuclear, tenés otro ámbito más en el que podrías pensar en algunas de las ventajas que significa poseer esa tecnología.


Una de las grandes críticas que se le hace a la energía nuclear tiene que ver con el tratamiento de los residuos radioactivos. ¿Cuál es el riesgo de que ocurra una fuga? ¿Qué garantías existen de que a futuro eso no se convertirá en un problema ambiental?


Eso todavía está en discusión a nivel mundial. Por ahora, nosotros simplemente venimos almacenando los residuos en lugares seguros. La mayor garantía te la puede dar la regulación internacional. Casi ninguna otra tecnología energética garantiza un control internacional de residuos y de los materiales que se están produciendo. La única garantía de la que podría decir que estoy segura es esa.


¿Hay garantías respecto de cualquier actividad humana? No. Todas las actividades humanas conllevan riesgos. Decir que no hay riesgo tampoco está bien, porque al decir eso estás suponiendo que resolviste todo lo que tenías que resolver. Se está trabajando y se está estudiando, pero todavía no hay un consenso acerca de qué se debería hacer con esos residuos.


Lo que tenemos a favor es que el volumen de los residuos es muy pero muy bajo, en comparación a la cantidad de residuos que genera cualquier otra tecnología energética. El problema es que muchas veces no se considera la posibilidad de estar generando un daño ambiental con los residuos de las demás fuentes de energía.


Desde Los Simpsons en adelante, hemos construido un montón de fantasmas que han dado lugar a un inconsciente colectivo en el que se asemeja lo nuclear a algo que está asociado a la bomba atómica. ¿Ha habido algún accidente? Sí. Pero si uno se pone a observar cuántos accidentes de avión han ocurrido, comparado con la cantidad de accidentes que ocurren al viajar en auto, y estadísticamente es mucho más improbable tener un accidente en un avión que en un auto. Sin embargo, la percepción de riesgo que tenemos al viajar en avión es muchísimo más grande. Creo que esa comparación es útil para entender un poco el tema de la percepción de riesgo que tenemos con los residuos nucleares.


Vinculado a los "fantasmas" que existen en torno a la energía nuclear, inevitablemente sigue latente el fantasma de Chernóbil. Sin embargo, se dice que ese caso no sería aplicable hoy porque las condiciones de seguridad de aquella central nuclear son muy diferentes a los estándares que rigen en la actualidad, ¿cierto?


Eso es totalmente así. La verdad es que en ninguna de las centrales nucleares –en particular, las centrales que están en nuestro país y las nuevas que se están construyendo en cualquier lugar del mundo– puede volver a reproducirse un accidente como el de Chernóbil.


Una de las virtudes que tiene el área nuclear, por tener tanta investigación y desarrollo detrás, es que se aprende todo el tiempo. Es una de esas tecnologías en las que constantemente se está aprendiendo y se está mejorando en todos los niveles, tanto en el uso como en la seguridad.


Decir que el riesgo es cero sería poco sincero. Pero la verdad es que los riesgos se han minimizado muchísimo. De hecho, el desarrollo argentino del CAREM –la central nuclear argentina de baja potencia– tiene un concepto de "autoseguridad": hay un sistema que permite apagarse aun en las peores condiciones, lo cual impediría que, ante cualquier error o accidente, la contaminación radioactiva se expandiera.


Los reactores nucleares tienen un período de vida útil, que suele oscilar entre los 30 y los 60 años. ¿Qué sucede con esos reactores, una vez que termina ese periodo? ¿Cómo se desmantelan?


Esa es una de las responsabilidades que tiene la CNEA y que, en general, se viene dejando de lado. Justamente, una de las cosas que hemos visto al asumir es que no hay muchos proyectos relacionados con el tema del del desmantelamiento de una central nuclear. Es algo en lo que nos tenemos que poner a trabajar, observando a aquellos países que ya hicieron este tipo de tareas. Y empezar a estudiar y a aprender cuáles son los procesos que van y vienen atrás.


También hay tareas de remediación, que implican el cuidado del ambiente en los alrededores, que es lo que ocurre con casi cualquier actividad relacionada con la actividad nuclear. Incluso en los lugares en los que se hace minería y extracción de uranio.


En el pasado, no existían muchas de las reglas que tenemos ahora. Hoy contamos con la capacidad de poder remediar errores cometidos a partir de acciones que tiempo atrás se hicieron con buena voluntad y buen tino. Las normas actuales no permitirían que se hiciera de esa manera.


Restos de la central nuclear de Chernóbil.
Restos del reactor Nº4 de la central nuclear de Chernóbil, luego de su explosión durante una prueba de seguridad en la que no se habían respetado los protocolos. Hubo decenas de víctimas directas producto de la explosión, y cientos de personas quedaron con secuelas a causa de la radiación. Los alrededores de la central fueron completamente evacuados y no podrán ser habitados en 24 mil años por la contaminación con isótopos de plutonio. Foto: Igor Kostin

La minería de uranio es otra de las cuestiones que despierta grandes debates en torno a la energía nuclear. ¿De dónde se obtiene el uranio? ¿Cómo lograr que esa extracción que se hace no suponga un riesgo para la sociedad y el ambiente?


El uranio se obtiene de minerales que contienen dióxido de uranio, es decir, que contienen algunos óxidos asociados de los cuales se puede extraer el óxido de uranio. Es la famosa "yellow stone": la piedra amarilla de la que se extrae el material del cual se obtiene el uranio.


Hay muchas técnicas asociadas. La escala de minería es muchísimo mejor que la de otros tipos de extractivismo, como lo son la minería a cielo abierto del oro o de la plata, que son mucho más invasivas. Aun así, dependiendo del tipo de mina, hay diferentes métodos; por ejemplo, aquellos en los que hay que usar agua para meter adentro [N. de R.: fracking] pueden tener algún tipo de riesgo. En lugar de evitar, yo creo que hay que controlar.


Pensar en un mundo sin minería, por los riesgos que conlleva la actividad, implicaría que todos nos resignáramos a tener celulares, energía eléctrica y un montón de los bienestares que trae la vida moderna. Hay un poco de hipocresía en decir "yo no quiero minería" y, por lo tanto, negarla por completo.


Creo que debe haber controles, que tienen que ser más exhaustivos. A su vez, tenemos la responsabilidad de salir a explicar cada uno de los procesos que se hacen, para así poder debatirlos en sociedad y ver cuál es el mejor en cada circunstancia. Pero no debemos resignar nuestra soberanía energética por todo lo que la minería hizo mal en el pasado.


Pensando en la exportación de uranio, ¿existe peligro de radioactividad en el proceso de traslado del mineral?


El mineral de uranio que se extrae no está enriquecido, por lo que tiene una actividad bajísima de radioactividad. Muchísimo más baja a la que tiene, por ejemplo, una banana o a la que hay en el sótano de una casa donde pueda haber radón. El transporte del mineral en sí no conlleva ningún tipo de peligro radioactivo. Aun así, la actividad está regulada y controlada. Eso podría garantizar un menor riesgo.


Creo que lo importante es salir a contar; sobre todo, a las poblaciones que están alrededor de los lugares que puedan estar relacionados con tecnología nuclear, ya sea porque tienen un centro de radioterapia, una pequeña central nuclear o un yacimiento de extracción de uranio. Seguramente habrá gente que no va a estar a favor. Sabemos que una gran cantidad de gente critica muchos de estos sistemas, pero tenemos que animarnos a salir a dar el debate. Los mejores especialistas en cada uno de estos temas tendrían que sentarse a explicar tranquilamente de qué se trata, y aceptar las críticas: ver qué cosas son necesarias mejorar y qué procesos deben corregirse.


Vista aérea de la reserva natural Sierra Pintada, ubicada al este de la provincia de Mendoza (Argentina). La reserva, que desde 1997 no ha vuelto a ser explotada, contiene importantes depósitos de uranio. Foto: Télam

A diferencia de las energías renovables, la energía nuclear depende de un recurso como el uranio que, en definitiva, al igual que los combustibles fósiles, es escaso y no se puede volver a recuperar. ¿Qué se podría hacer, una vez que el uranio se agote? ¿Eso es algo que se está discutiendo hoy? En países como India, se está analizando el uso de torio, pero no sé si en Argentina existen ese tipo de minerales alternativos...


Por un lado, el uranio gastado, al igual que los combustibles, se puede reprocesar. Es algo sobre lo que actualmente hay algunas pequeñas líneas de investigación.


El reprocesamiento todavía está asociado al acopio del mineral más enriquecido. Esto puede llegar a dar lugar a la actividad nuclear no pacífica; por eso está mucho más regulado y cuesta mucho más trabajar con ello. Ir en el sentido del torio, que acabaste de mencionar, es otra de las posibilidades.


De todas maneras, si se pudiera volver a recuperar la actividad minera, tenemos uranio en el país para muchísimos años. Hablo de cientos de años. Pensando siempre que la matriz energética, por lo menos en Argentina, se concibe como una diversidad de cosas. Me parece que es muy saludable poder introducir otras energías renovables en la matriz, y hacer una prospectiva a futuro en ese sentido.


Dejar de lado la energía nuclear te impide tener la línea de base necesaria. La energía nuclear vendría a ser la energía de base continua, que no puede suplirse con energías alternativas porque la mayoría de ellas son intermitentes. Además, todas ellas presentan problemas de almacenamiento que no se han terminado de resolver: la energía eólica o la energía solar no están produciéndose todo el tiempo, ya sea porque no hay viento en la primera o porque es de noche en la segunda.


La energía de base es un porcentaje de lo que tenés en el país. Sería óptimo llegar a un porcentaje más alto: habría que incrementarlo, sin dejar de tener en cuenta las otras riquezas que ofrecen las demás energías alternativas.


Volviendo a la pregunta, tenemos uranio para rato, pero no hay que dejar de lado la investigación del reprocesamiento y seguir buscando otras alternativas.


Jeremy Rifkin es bastante crítico de la energía nuclear. Uno de sus argumentos tiene que ver con la eficiencia: construir una central nuclear, y todo lo que eso implica, conlleva un costo económico muy alto, que según él no es proporcional a los beneficios que produce (actualmente los más de 440 reactores nucleares que hay en el mundo solamente producen el 11 % de la energía mundial). Entonces lo que él dice es que no es sustentable, porque por más que se construyan otros cientos de reactores, de todas formas no alcanzaría para satisfacer la demanda global de energía. Entiendo que frente a este argumento irías en línea con lo que mencionabas antes acerca de la diversidad...


Sí, mi respuesta va exactamente en esa línea. Efectivamente, no sé si tendríamos que tener una matriz 100 % nuclear. Ahora, cada fuente tiene características distintas de producción de energía eléctrica, y cada una de ellas tiene sus ventajas y desventajas.


También las posibilidades son diferentes a nivel regional. No es lo mismo un reactor muy grande cercano a una zona demográficamente de alta demanda que un reactor pequeño que pueda estar alimentando a zonas más chicas. Ahora están de moda los SMR –reactores nucleares modulares [N. de R.: small modular reactor]–, pero no hay ninguno comercial en el mundo. Un montón de países se han puesto a fabricar estos reactores modulares pequeños que van a permitir resolver algunos de los problemas de los lugares aislados, que no están conectados a la matriz y tienen una línea de producción necesaria en alguna zona remota. En definitiva, cada región tiene que aprovechar al máximo sus capacidades y posibilidades.


Portada del libro "El Green New Deal Global" de Jeremy Rifkin (Paidós, 2019).
Portada del libro "El Green New Deal Global", de Jeremy Rifkin (Paidós, 2019). Rifkin es uno de los más reconocidos economistas que abogan por el desarrollo sostenible en la actualidad. Foto: Planeta de Libros

Otra de las críticas está vinculada a la cantidad de agua que demanda la producción de energía nuclear (por ejemplo, para la refrigeración del reactor). ¿Cuál es realmente la cantidad de agua que demanda un reactor nuclear para funcionar? Y, por otro lado, ¿cómo es el proceso luego de que se utiliza esa agua? Porque se dice que muchas veces el agua se devuelve a la fuente de la que se extrajo a una temperatura que no es la correcta, entonces altera el ecosistema acuático...


La cantidad de agua depende mucho del reactor y del tamaño, así que no puedo darte un número porque es muy difícil...


He leído estudios de Embalse, en Río Tercero, donde se puede observar la temperatura del agua en el momento en que sale del reactor, cómo se distribuye, etcétera. Es cierto que es posible hacer un estudio de impacto ambiental sobre el cambio de temperatura desde el momento en que el agua sale del reactor y vuelve a su estado natural. Pero el agua no está radiactivamente contaminada; es agua que se utilizó para pasar por un lugar y simplemente enfriar. De todas formas, es otro de esos estudios que es necesario realizar antes de colocar un reactor en un lugar que pueda alterar el ecosistema.


No he visto hasta ahora ningún estudio convincente que me diga "realmente estás alternando el ecosistema". Sé que se usa como un argumento, pero la verdad es que no hay ningún estudio serio que muestre un impacto ambiental enorme en el ecosistema que está alrededor a causa de los pocos grados de diferencia de temperatura que puedan producirse entre la entrada y la salida del agua al reactor.


El tema es que eso llevó a tener muchas centrales cerca de la costa marítima. El tsunami que se produjo en Japón fue la causa de uno de los últimos accidentes nucleares [N. de R.: accidente nuclear de Fukushima en 2011], debido a que justamente las centrales se ponen cerca del mar por el tema de la refrigeración y contar más fácilmente con ese flujo de agua.


Tendría que volver a revisar los números, pero hasta ahora no he visto ningún reporte convincente. Puede ser que exista alguno, no lo sé.


Funcionamiento interno de un reactor nuclear

A veces se piensa que el hecho de estar en contacto con una central nuclear puede suponer un riesgo para los trabajadores del lugar o para las comunidades que viven en los alrededores. ¿Cuánto hay de cierto en ese posible riesgo para la salud humana?


Como te decía recién, no suele haber emisiones de radiación de ningún tipo en las centrales nucleares, salvo que se produzca alguna falla. Para las comunidades que viven a su alrededor, la verdad es que no hay riesgo en la operación normal de un reactor nuclear. Obvio que siempre existe el temor y persiste toda la fantasía de Chernóbil, pero la verdad es que no hay un riesgo real de emisión de radiación.


Para los trabajadores sí puede llegar a haber riesgo de radiación; sobre todo, en ciertos momentos críticos de la operación. Por eso hay tantos controles y chequeos médicos previos y posteriores, en los que se evalúa si hubo algún tipo de operación en la que haya habido alguna exposición que no correspondía.


En general, los nuevos procesos tratan de minimizar al máximo la cercanía a los lugares en los que pueda haber algún tipo de emisión radiológica que pueda afectar a un trabajador. Y se cuidan todos los detalles: por ejemplo, no podés entrar con las manos lastimadas. Por eso, las personas que trabajan en esos lugares tienen licencias especiales. En Argentina, esas licencias son otorgadas por la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), que es la responsable de que los trabajadores y las trabajadoras que estén en estos lugares tengan los conocimientos adecuados.


Si seguís las normas, no deberías sufrir ningún riesgo. La mayoría de las veces, los accidentes ocurren debido a errores humanos. Es el relajamiento en ciertas normas lo que puede llegar a producir algún tipo de riesgo.


Hasta ahora, toda la energía nuclear que se produce es de fisión, por eso se considera que no es renovable. Pero en el último tiempo hubo avances en la exploración de la fusión como una nueva forma de producción de energía nuclear. Más allá de la diferencia entre una y otra, sobre lo que podés comentar algo, me interesa saber cuáles son las posibilidades que existen hoy o a futuro en cuanto a su investigación y desarrollo, y por qué la energía de fusión nuclear sería más beneficiosa que una basada en la fisión.


La energía nuclear, como dice su nombre, proviene del núcleo de los átomos. Hay una fuerza muy grande, que es muy diferente de la gravitatoria o la electromagnética, que es la que mantiene el núcleo del átomo unido [N. de R.: fuerza nuclear fuerte]. Tengo un montón de protones, que son todos positivos, y a pesar de que deberían repelerse entre sí, están todos unidos adentro del núcleo del átomo.


Podemos liberar esa energía de dos maneras. La primera consiste en romper el átomo, que es lo que llamamos "fisión"; para eso necesitamos átomos grandes que sean fisionables. Hay procesos "en cadena" que puedo generar para fisionar los núcleos de esos átomos y así liberar energía.


La segunda es lo que hace el sol, que por gravedad une dos protones en un átomo más pesado. Por ejemplo, unir dos protones de un átomo de hidrógeno en un átomo de helio. Al tener dos protones separados y unirlos, formando helio, puedo liberar muchísima energía. El sol se la pasa haciendo eso. La energía solar, en realidad, es una forma de energía nuclear: nuclear de fusión. Esa fusión implica tener átomos livianos, que al juntarlos logro una "trasmutación de elementos" –una suerte de "alquimia"– y voy pasando de elementos muy livianos a otros más pesados.


Eso de tener "un sol en la Tierra" sería una de las soluciones energéticas a nivel mundial. Ahora bien, la mayoría de los cálculos indican que la cantidad de energía que tenés que entregar para poder lograr una fusión a nivel controlado en la Tierra implica un equilibrio muy difícil. Ello se debe a que es muy difícil entregar menos de lo que obtenés.


Como se trata de grandes proyectos, no hay ningún país que los lleve a cabo por sí mismo. En general, son grandes consorcios de países los que trabajan en proyectos de fusión nuclear. El más grande es el ITER, en el cual participan un montón de países de la Unión Europea, y está empezando a tener los primeros resultados.



Para poder llegar a ese estado de fusión se suelen utilizar grandes imanes, superconductores, que logran tener un plasma en el cual se logra esta fusión. Es como tener "un pequeño sol" en la Tierra.


Las ventajas son infinitas porque no tenés residuos radioactivos. No es como cuando dividís un átomo grande, como el de uranio, que lo partís en pedazos más chiquitos, que tiene residuos y que, por lo general, son radioactivos y pueden producir otras emisiones. Otra de las ventajas es que no tendrías que utilizar grandes fuentes de enfriamiento (aunque sí tendrías que enfriar, pero es un proceso completamente diferente).


Todavía no se ha logrado tenerlo funcionando de manera masiva. Es un proyecto que viene desde hace mucho tiempo –por lo menos, unos 15 o 20 años–. Hay otros proyectos que están tratando de avanzar en el tema de fusión, como el de Corea del Sur.


En la CNEA tenemos algunos investigadores que trabajan en la temática, desde la teoría. De a poco se están tratando de establecer colaboraciones para poder sumarnos a este gran proyecto. Es una de esas iniciativas de la humanidad que valen la pena, pero que requieren un montón de inversión y de cabeza puesta en tratar de resolver todos los problemas tecnológicos que empiezan a aparecer. Las temperaturas en las cuales se producen estos procesos son enormes, entonces hay que tener materiales que sean capaces de soportar ese calor. También tenés que ver con qué lo iniciás, porque no se comienza con hidrógeno y se termina en helio, es bastante más complicado que eso.


A futuro, muchos lo ven como "la solución", pero son proyectos muy costosos y es muy difícil de demostrar que lo que producís es mayor a lo que consumís de energía (y muchas veces esa diferencia es solo del 1,01 %). Ahora, ese porcentaje extra tan chiquito que producís respecto de lo que consumís, multiplicado por un número enorme, termina siendo mucha energía.


La energía nuclear en Argentina: desafíos y oportunidades


Argentina tiene una historia de investigación y desarrollo nuclear bastante importante. De hecho, fue el primer país de Latinoamérica en tener una central nuclear. ¿Cuál es el potencial que tiene el país para convertirse en un líder regional en el ámbito de la ciencia y la tecnología vinculadas al desarrollo nuclear?


Además de Argentina, sabemos que Brasil ha tenido un gran desarrollo en la región. Creo que potenciarnos como colaboradores es una buena estrategia. En reactores de investigación venimos trabajando con la Comisión Nacional de Energía Nuclear de Brasil.


Proyectos como el CAREM nos han posicionado en un nivel en el que tenemos cierto tipo de liderazgo. Y no solo en la producción de energía eléctrica; en todo lo que tiene que ver con medicina nuclear me parece que también tenemos una gran capacidad de conocimiento, desarrollo y liderazgo. Venimos formando gente en el área de medicina nuclear en los institutos de la CNEA. Por ejemplo, a través de convenios con INVAP, para Bolivia, Perú y otros países. Somos uno de los países líderes en el desarrollo de radioisótopos.


Hace algunas semanas, durante una exposición en la comisión de Ciencia y Tecnología del Senado de la Nación, comentaste los principales proyectos que están impulsando desde la CNEA. ¿Podrías resumir brevemente algunos de los avances recientes más importantes?


El CAREM es uno de ellos, que consiste en un prototipo de reactor de 25 MW. En ese proyecto, en el que se viene trabajando desde hace muchísimos años, la ingeniería está desarrollada casi en su totalidad. Lo que es la construcción de la obra civil en el sitio rondará el 70 %, mientras que todo lo que tiene que ver con montaje electromecánico y la puesta en marcha va a llevar unos años más. Como prototipo tiene que dar lugar a un proyecto futuro, que quizás ya no sea solo de la CNEA, sino el resultado de la asociación con otras empresas del sector nuclear, para llegar así a un reactor comercial. Por ahora, este es un prototipo de 25 MW; el reactor comercial se piensa que esté entre 100 y 200 MW.


Montaje del prototipo del reactor nuclear CAREM, que se está construyendo en la ciudad de Lima, ubicada al norte de la provincia de Buenos Aires.
Montaje del prototipo del reactor nuclear CAREM, que se está construyendo en la ciudad de Lima, ubicada al norte de la provincia de Buenos Aires. Foto: Prensa CNEA

Después tenemos otro gran proyecto, que es el RA-10, un reactor argentino de investigación que se encuentra en Ezeiza. Este reactor va a renovar las capacidades que hoy tiene el RA-3 en todo lo que tiene que ver con producción de radioisótopos, con una capacidad de poder generar esto para toda la región. Habrá que analizar los mercados en los cuales es necesario y posible exportar esta producción, y pensar en nuevas líneas de desarrollo.


Además de la producción de radioisótopos en el núcleo del reactor, el RA-10 va a tener asociado el Laboratorio Argentino de Haces de Neutrones (LAHN): un proyecto de investigación y desarrollo que será el segundo en el hemisferio sur. El primero es uno que está en Australia, construido por INVAP en 2007.


Si uno mira en el mundo, este tipo de líneas de investigación en haces de neutrones están todas en el hemisferio norte. ¿Qué importancia tienen? Las líneas de haces de neutrones vienen a complementar toda la investigación en materiales en muchos ámbitos. Con muchos ámbitos me refiero desde el desarrollo de fármacos hasta el desarrollo de materiales para el sector agrónomo o para el sector de energías alternativas, biología, estudio de proteínas o arqueología. Se puede analizar por neutrografía la corrosión a causa de la presencia de agua en pequeños sectores. Yo conozco el ejemplo porque vengo de un grupo de investigación que hacía pilas de combustibles.


La variedad de estudios asociados a un laboratorio de haces de neutrones es gigantesco. Y abre la posibilidad a toda la región, en asociación con los otros países que puedan venir a utilizarlo. Además, es un ámbito multiplicador de tareas de investigación y desarrollo.


Asociado al RA-10, además del LAHN, también va a haber otras líneas que tienen que ver, por ejemplo, con la producción de materiales para el área de microelectrónica, que va a permitir hacer irradiación de materiales del silicio (producir silicio dopado en distintas líneas). Probablemente, puede haber otras líneas de investigación asociadas.


Por otro lado, está todo lo que es el Centro Argentino de Protonterapia, como líneas avanzadas en el área. Hace unos meses se hizo una presentación, en un terreno que es de la UBA, en asociación con INVAP. Es una de las tecnologías más avanzadas en todo lo que es terapias para el cáncer.


Adriana Serquis visita la construcción de la obra RA-10
Serquis durante la visita a las obras de construcción del proyecto RA-10 (julio 2021). Foto: Prensa CNEA

También está Atucha III, que es un gran proyecto en conjunto con China...


Atucha III no es un proyecto de la CNEA, sino de Nucleoeléctrica Argentina S.A., que es la empresa que maneja las centrales nucleares. Ahora bien, asociado a la posibilidad del contrato con China para la construcción de Atucha III, el proyecto que sí va a ser de CNEA va a ser el desarrollo de combustibles para ese tipo de centrales, a partir de uranio enriquecido. Para ello, vamos a seguir necesitando la importación de uranio. Existe la posibilidad de contar con un contrato de transferencia de tecnología que nos permita llevar adelante la fabricación de los combustibles para esa central nuclear.


Hay un montón de proyectos relacionados con otros tipos de desarrollos. Por ejemplo, con el tema de paneles solares espaciales. O con el área de hidrógeno, donde hay un montón de personas trabajando. También hay mucha gente trabajando en altas energías.


Por otro lado, tenemos proyectos asociados con las provincias. Por ejemplo, en Salta, el Proyecto QUBIC [N. de R.: un telescopio destinado a descubrir la radiación remanente de microondas del Big Bang]. O un proyecto de arqueología que hay en Jujuy. También hay algunas líneas teóricas, por ejemplo, en el área de cosmología.


Venimos trabajando con un montón de otras instituciones. Me parece que es interesante pensar en todas las asociaciones estratégicas que tiene la CNEA como tal. La diversidad y el capital de recursos humanos que tenemos son gigantescos.


En Argentina, la producción de energía nuclear es un desarrollo con una fuerte presencia estatal. ¿Considerás que están dadas las condiciones para que también sean empresas privadas las que inviertan en desarrollo y producción? ¿O por los riesgos, estándares de seguridad y la propia dinámica de la energía nuclear lo más conveniente sería que la actividad continúe bajo la órbita de empresas y organismos mayormente estatales?


La mano de obra civil la puede hacer cualquier tipo de empresa. Como se trata de grandes obras, suelen participar grandes empresas, y en general son del ámbito privado.


En cuanto al desarrollo de los componentes, suelen ser empresas estatales (Nucleoeléctrina Argentina S.A., CONUAR, FAE, DIOXITEK). Pero también tenemos empresas privada como IMSA, que son capaces de llevar a cabo el desarrollo de los grandes componentes.


Ahora, si en lugar de una única próxima central nuclear, uno pensara en una serie de centrales nucleares, con una perspectiva de aquí a muchos años, y que en lugar de una central de uranio enriquecido, fuera una central de uranio natural (donde ya tenemos mucho más del conocimiento que necesitaríamos), podríamos desarrollar un montón de pequeñas empresas que hicieran componentes, que no necesariamente deben tener la misma calificación.


Dependiendo del sector de la central donde estás utilizando ese componente, pueden variar los requisitos de calificación y de calidad respecto de los establecidos para ciertos suministros especiales (como pueden ser los tubos de presión o los generadores de vapor, que sí requieren de empresas como CONUAR o como IMSA).


Hay un montón de componentes más chicos que podrían convertirse en un desarrollo de la industria metal-mecánica a largo plazo, por parte de empresas que no necesariamente tendrían que ser estatales. Si las empresas privadas tuvieran algún incentivo o garantía para el desarrollo de algunos de esos pequeños componentes, sin dudas les resultaría muy rentable.


Vista aérea del Centro Atómico Constituyentes, Buenos Aires, Argentina
El Centro Atómico Constituyentes (CAC), ubicado en el partido de San Martín, provincia de Buenos Aires. El CAC es un emblema de la actividad nuclear argentina, por haber sido la sede del primer reactor nuclear de América Latina (RA-1). Actualmente, el CAC presta asistencia técnica y servicios a las tres centrales nucleares; además, allí funcionan laboratorios dedicados a la nanotecnología, la energía solar, la investigación y ensayo de materiales, entre otras áreas. Foto: Prensa CNEA

De cara al futuro, ¿cuáles son los principales obstáculos que todavía dificultan el desarrollo de la energía nuclear en términos de transición energética? ¿Considerás que sería necesaria una reforma en la regulación para impulsar aún más el desarrollo nuclear?


Algunos obstáculos ya los mencionamos, que tienen que ver con el licenciamiento social. Es decir, ser capaces de explicarle a la sociedad cuáles son los beneficios que tiene la energía nuclear y lograr aceptación a nivel cultural.


Así como Alemania empezó a darse cuenta de que sus resultados de desnuclearizarse no le resultaron tan buenos, quizás sería bueno abrir el debate para poder empezar a sacarnos esos fantasmas de los que hablamos antes. Así que, para mí, el licenciamiento social es fundamental, y lo veo todavía como un obstáculo; tenemos mucho para trabajar en ese sentido.


También está el tema de las grandes inversiones necesarias para el inicio de las obras. La falta de financiamiento que tenemos a nivel país para poder emprender estas grandes obras es un problema.


Esos serían los obstáculos más grandes: la falta de licenciamiento social y de financiamiento. Obviamente, en todo lo que es el sector de ciencia y técnica, si es impulsado y hay una continuidad a lo largo del tiempo, uno de los grandes obstáculos puede ser la discontinuidad que a veces tenemos en las idas y vueltas de la política a nivel nacional. Eso hace que avancemos un poco hacia adelante y otro poco hacia atrás, lo cual no es beneficioso para ningún tipo de desarrollo soberano.


Impulsar tecnologías de este tipo requiere de muchos años de continuidad. Tenemos la gran ventaja de que ha habido muchos años de continuidad en esta tecnología, lo cual ha permitido que la Argentina esté posicionada en el lugar que ocupa en el sector nuclear.


Vista aérea del Centro Atómico de Ezeiza.
Vista aérea del Centro Atómico de Ezeiza. Entre otras actividades realizadas allí, se destacan la producción de radioisótopos para medicina nuclear, la aplicación de radiaciones ionizantes para mejoras tecnológicas y la capacitación de recursos humanos. Foto: Prensa CNEA

Respecto de las regulaciones, creo que habría que discutir la ley que rige a la CNEA. De todas formas, si se implementara la que existe, eso ya sería una gran ventaja. Según la ley, nosotros deberíamos tener una dependencia directa, como ocurrió en algún momento, de Jefatura de Gabinete, que nos permitiera tener un rol un poco más estratégico.


El área nuclear no se refiere solo a energía. Como dijimos antes, los ámbitos de aplicación están en el ámbito de la salud, el medioambiente, la educación, la ciencia y técnica... Estar bajo una sola órbita, que es la de Energía, a veces limita nuestras posibilidades, e impide sacarle todo el jugo a un sector tan estratégico.


Nos gustaría articular más con todos estos sectores –salud, medioambiente, etc.– y vamos a intentar hacerlo. Abrir hacia estas otras líneas de investigación que tiene la Argentina en el área energética o en otras áreas implicaría poder revalorizar todas las otras investigaciones que se están haciendo en ámbitos no estrictamente nucleares, como de energía solar, energía basada en el hidrógeno. En los ámbitos de medioambiente, hay mucho conocimiento. Poder clarificar esos otros ámbitos de aplicación en una ley que los pueda contemplar con una mejor articulación creo que sería un buen signo de progreso a futuro.


Para finalizar, no quería dejar de hacerte una pregunta, que se vincula más a tu trayectoria política y personal. Los temas de innovación, ciencia y tecnología, muchas veces se los asocia a discusiones propias de países desarrollados o a sectores sociales que parecen ajenos a los sectores más populares y a la agenda latinoamericana más progresista. En tu caso, que venís de una activa militancia en el MTE, resulta muy interesante esa confluencia entre discusiones de altísima sofisticación y, al mismo tiempo, un fuerte arraigo territorial y popular. ¿Cómo ves la combinación de ambos mundos? ¿Cómo se podrían revertir los prejuicios existentes, y acercar estas discusiones de ciencia y tecnología a la agenda de los movimientos sociales?


Es extraño, y sé que es difícil a veces. Quizás esa visión de haber trabajado en territorio me da la posibilidad de saber que, en el día a día, para la mayoría de muchos argentinos y argentinas en lo cotidiano, por ahí les resulta muy lejana esta alta tecnología.


Una de las visiones que tenemos es la de poder llevar la discusión a que con ese desarrollo el bienestar de toda la sociedad puede llegar a mejorar. Y también la de sensibilizarnos con los problemas de los trabajadores de a pie, aquellos que están en el día a día peleándola. Las grandes instituciones también tienen que dar respuestas a los problemas sociales.


La ciencia y la tecnología, con las grandes capacidades que tienen, deben estar a disposición para responder las demandas y resolver los pequeños problemas tecnológicos que surgen en las comunidades en las que nos asentamos.


La CNEA tiene presencia en un montón de lugares en el país. Creo que está bueno que en todo ese montón de lugares nos acerquemos y tratemos de resolver esas demandas. De hecho, muchas veces lo hacemos, silenciosamente. Por ejemplo, brindando talleres acerca de cómo mejorar las máquinas que utiliza la asociación de recicladores (en el Centro Atómico de Bariloche), ayudando a formar a algún técnico o resolviendo simplemente una máquina que está trabada. A veces tenemos capacidades que están un poco ociosas –otras veces no–; pero siempre está la posibilidad de pensar cómo estar a disposición de lo que la sociedad necesita. Nuestra visión es la de poder pensarlo así, tanto a nivel macroscópico como en el entorno cotidiano.



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