El brutal ajuste económico cuyo peso fue ejercido de manera absoluta sobre la ciudadanía desde la asunción al mando de Javier Milei ha suscitado un sinnúmero de debates acerca de qué tan adecuada y pertinente resulta su estrategia para enfrentar a la crisis económica. Particularmente, muchos rechazan y atacan esta fórmula, remitiéndose a la recuperación económica llevada a cabo desde 2003 con Néstor Kirchner en cabeza, y lo plantean como una alternativa “más justa” al ajuste.
Crisis financieras y ajuste macroeconómico.
En vistas de retomar un tema tan complejo como lo supone el ajuste macroeconómico para la salida de una crisis económica, no existe mejor trabajo introductorio a la temática que aquel elaborado por Stefanie Walker (2013). La autora esboza en los primeros apartados de su libro “Financial crises and the politics of macroeconomic adjustments” algunas aclaraciones y consideraciones sobre el tópico a abordarse.
Primeramente, define a la crisis financiera como una situación crítica para la balanza de pagos de un Estado, representada a su vez por una clara desproporción entre la ausencia de reservas (dinero real) y una abundancia en la base monetaria (dinero ficticio); ello, trasladado a la situación de nuestro país, implica una emisión de dinero desconsiderada de las reservas de valor presentes en el Banco Central.
Frente a una situación semejante, la autora nos plantea dos formas de enfrentarse al problema: El ajuste externo, por un lado, que implica la devaluación de la propia moneda para atraer inversiones extranjeras; y el ajuste interno, por el otro, que supone acomodar la balanza de pagos a través de una recesión económica que azote a la actividad del país. La postura que se adopte, impera, depende de la situación de cada país y un cálculo respecto a los costos y beneficios para cada Estado: el costo real (económico), el costo político, la vulnerabilidad específica de cada país, etc.
El ajuste sobre la no-casta.
¿Qué ocurre con la Argentina? Es una pregunta perfectamente válida que puede suscitarle al lector, una vez esbozados el problema, el ajuste y los costos. Hoy en día es innegable afirmar que el ajuste y sus costos recaen sobre la ciudadanía común, una situación muy distante teóricamente de un discurso de campaña que afirmaba que dicho ajuste estaba planificado de caer sobre la “casta” política del país.
El plan de ajuste libertario, puesto en algunas medidas concretas, supusieron:
Un golpe inflacionario y de precios al consumidor sin precedentes, acumulando un 95% de inflación en poco más de medio año de gestión.
La suba acumulada de los servicios públicos del 180%, tras los múltiples tarifazos.
La liberación del precio de combustibles (+135%) y del transporte (+600%), que aumentaron exponencialmente su costo.
Todo lo anterior junto a un aumento de los salarios muy por debajo de la inflación.
Durante la campaña libertaria, la mayoría de los ataques a las gestiones anteriores radicaba en el detrimento de las condiciones de vida de los argentinos. Ahora que se dio ese tan ansiado cambio por el que se pujaba, ¿a quién le beneficia la situación actual? O, mejor dicho, ¿quién vive mejor desde la asunción de Javier Milei? Esta es una pregunta que permanecerá inconclusa a falta de casos empíricos. Lo más importante, y a lo que nos urge referirnos, es a lo siguiente: ¿Había otra alternativa al ajuste?
Kirchner (y Duhalde). ¿Recuperación sin ajuste?
Como bien adelantamos, aparece presente de más en el debate contemporáneo la noción de que la recuperación encabezada por Néstor Kirchner luego de la desastrosa crisis de 2001 que hundió al país fue llevada a cabo sin ajuste por parte del gobierno a las distintas clases presentes en nuestra sociedad. Cabe preguntarse, sin embargo, para no caer en el engaño de la posverdad ideológica: ¿fue realmente así como dicen?
Para responder esta pregunta, hemos de remitirnos a un periodo inmediatamente después del punto cúlmine que representó la crisis del 2001. Tras la deserción del presidente De La Rúa, y luego de una breve crisis de sucesión presidencial que supone un tema aparte, el primer presidente de mandato significativo en términos de longitud temporal fue Eduardo Duhalde (2002-2003). ¿Qué medidas adoptó Duhalde para solventar la crisis? Para ello, nos remitimos al trabajo de Ariel Fidanza (2016), que detalla el modo de salida de la crisis, proceso que inició efectivamente con Duhalde.
Allí, se indica una caída de los indicadores socioeconómicos mucho mayor a la del 2001, que supondría la base de la recuperación (Fidanza, 2016). El ajuste llevado a cabo por el gobierno duhaldista sería, volviendo a nuestro marco teórico, de índole externa y devaluativa, azote que recayó principalmente en los salarios. A fruto de ello, se recuperó la producción, así como se registró una suba de los ingresos fiscales al país. El objetivo del gobierno, desde entonces, supuso mantener el dólar alto y retener las exportaciones para generar, considerando todo, un superávit “mediante la combinación de la desvalorización de la moneda, la licuación de los salarios y asignaciones que paga el estado y la cesación de pagos de la deuda externa” (Grigera y Eskenazi, 2013).
Sin embargo, la recuperación llevada a cabo por Néstor Kirchner durante su mandato representaría una suba de los indicadores económicos por encima de los de 1998, previos a la recesión: “a partir de 2005 se trataría de un “crecimiento genuino”, de “un nuevo ciclo de acumulación”, rechazando la hipótesis del crecimiento durante el gobierno de Kirchner como un mero rebote o de un viento pasajero” (Grigera y Eskenazi, 2013).
Volviendo a Walter (2013) y a la cuestión de los costos, sobre todo políticos, del ajuste, “Kirchner lograría una amplia legitimidad, pero lo haría sobre la base de una salida económica que difícilmente podría haber obtenido legitimidad. Por ello planteamos que se trató de una “división de tareas” en la salida de la crisis: Duhalde llevó adelante la “salida por arriba”, realizando el “trabajo sucio” de una salida económica impopular y pagando sus costos políticos” (Fidanza, 2016). Consideramos que se trata en gran parte de lo correctamente expuesto por Fidanza que hoy en día se mantiene la concepción de una recuperación sin ajuste llevada a cabo por Kirchner.
Una comparación permitida: la experiencia Lula.
Sin embargo, no toda esperanza está perdida. Pese a la descalificación constante del presidente Milei a los “zurdos empobrecedores”, rótulo que caracteriza a casi todo quien no se ajuste a su posición política extremista, existe uno de ellos que está logrando el crecimiento económico en base al ajuste dirigido a las grandes fortunas dentro de su país: Lula Da Silva. Hace muy poco tiempo, y en el marco de la gestión de Lula, múltiples medios económicos indicaron la suba de Brasil dentro del ranking de los 10 países más virtuosos económicamente al puesto número 8.
El modelo Lula, si bien Brasil dista de haber transitado una crisis económica, demuestra cómo los frutos del crecimiento económico -con y sin dinero- pueden cosecharse sobre una base carente de un ajuste a la ciudadanía, y más bien en todo lo contrario. La principal causa del aumento del PBI de Brasil lo representó una alza de consumo de los bienes y servicios. A su vez, este crecimiento se cimenta también en las bases de un sistema tributario más punitivo para las grandes fortunas, supliendo los costos de la recaudación fiscal por ese frente más que por el lado de los ciudadanos brasileros. Todo ello sostenido a su vez por una excepcional movilidad de Brasil en arenas internacionales, logrando entre sus mayores hazañas la consolidación del BRICS como uno de sus miembros fundadores.
Una puesta en perspectiva
Luego de nuestro recorrido, y en base del marco teórico presentado por Walter (2013) para el entendimiento del ajuste macroeconómico, queda en absoluta evidencia la clara diferencia entre los dos tipos de ajuste presentados y aplicados para el caso argentino. Por un lado, tenemos un gobierno actual cuya modalidad para el ajuste macroeconómico reside en el incremento de los costos en general hacia dentro del país a fines de desacelerar la actividad económica, acercando la situación a un estado de recesión. Por el otro lado, un ejemplo histórico demuestra la aplicación en Argentina de un modelo de ajuste externo basado en fomentar la devaluación de la propia moneda en vistas de atraer inversiones.
Ambos modelos, según Walter (2013), son válidos. La elección debe tomarse, sin embargo, según los costos y oportunidades políticas presentes en el lugar y momento determinado en que se opte por el ajuste.
Como bien expone Fidanza (2016), la cintura política del peronismo en su momento permitió evitar los costos políticos del ajuste. Ello lo lograron mediante, por un lado, el cambio de gestión y, por el otro, el legado de desaceleración económica que desde 1998 -aproximadamente- venía azotando al país.
La legitimidad y continuidad del modelo de ajuste de Milei, en contraste, recae en el discurso instalado de un país en ruinas, únicamente rescatable mediante frívolos y despiadados ataques al poder adquisitivo y calidad de vida de la ciudadanía. Por lo pronto, esta situación no aparece muy volátil; sin embargo, el desgaste societal es inminente, y, a no ser que la economía cambie de rumbo, la situación no se ve sustentable a largo plazo.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA.
Fidanza, A. (2016). La salida de la crisis de 2001. Economía y política en el gobierno de Eduardo Duhalde.
Grigera, J. y Eskenazi, M. (2013). “Apuntes sobre la acumulación de capital durante la posconvertibilidad” en Juan Grigera (comp.) Argentina después de la convertibilidad (2002 2011), Imago Mundi, Buenos Aires.
Walter, S. (2013). Financial crises and the politics of macroeconomic adjustments. Cambridge University Press.
Comments