Techos y paredes de cristal: apuntes para una equidad de género laboral
El mercado laboral argentino se encuentra marcado por la inequidad determinada por el género. Ello da lugar a lo que se conoce como brecha de género laboral: es decir, las desigualdades existentes entre hombres y mujeres en el igual acceso y remuneración dentro del mercado de trabajo.

En nuestra memoria quedó grabado el recuerdo de las llamas que sin distinción consumieron la vida de 129 mujeres inmigrantes en un trágico incendio en la fábrica textil Triangle Shirtwaist en Nueva York en 1911. Este hecho se conmemora cada 8 de marzo, en el que se hace presente el grito del reclamo por mejoras en las condiciones laborales que sigue latente. Muchas cosas cambiaron, pero el mundo del trabajo está lejos de ser justo respecto a la equidad de género.
Las posibilidades y oportunidades del mercado de trabajo se ven determinadas por el género. Según el informe del Banco Mundial titulado La Mujer, la Empresa y el Derecho 2022, a nivel global existen alrededor de 2.400 millones de mujeres en edad laboral que carecen de igualdad de oportunidades económicas. En 86 países de los 190 analizados, las mujeres enfrentan algún tipo de restricción laboral y no se garantiza la igual remuneración por trabajo de igual valor.
Argentina asumió el compromiso de trabajar en pos de la equidad de género al suscribir el Objetivo Nº 5 de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Este objetivo busca “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”. Este objetivo se complementa con el Nº 8 que propone “promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”. Así, a partir de la conjunción de ambos objetivos, se busca eliminar todas las formas de discriminación contra las mujeres, garantizar el cumplimiento de sus derechos y fomentar su inserción laboral en mejores condiciones.
En 2014, en el marco de la asamblea del G20, Argentina asumió el compromiso de reducir la brecha laboral de género en un 25% para 2025. Sin embargo, en los últimos cuatro años, según el informe Empleo, Crecimiento y Equidad presentado por CIPPEC, la brecha solo se redujo un 3,4%, por lo que aún está lejos del objetivo. Si se mantienen las tendencias actuales, Argentina no cumplirá el compromiso asumido.

La vulneración de los derechos económicos de las mujeres tiene consecuencias negativas sobre el desarrollo. El mencionado informe de CIPPEC afirma que las brechas de género impactan en el mercado del trabajo y afecta no solamente la vida de las personas, sino también el crecimiento económico a través de tres mecanismos.
El primero se relaciona con la baja inversión en capital humano en mujeres, el segundo se refiere a la subutilización del talento femenino y el tercero a la relación negativa entre brechas de género en el mercado laboral y el poder de negociación de las mujeres dentro del hogar. Estos tres mecanismos reflejan las pérdidas que sufren las mujeres al ser excluidas o perjudicadas en el mercado del trabajo.
En definitiva, de acuerdo a lo presentado en el informe, se evidencia una disminución de eficiencia, talento y productividad en el mercado, porque una parte de la fuerza laboral se encuentra en condiciones de desventajas y enfrenta más obstáculos para participar y beneficiarse del mundo laboral.
Los obstáculos en el acceso al mercado laboral se materializan en barreras, entendidas como factores que restringen o reducen la probabilidad de inserción de las personas en un empleo. De esta manera, los impedimentos se hacen presentes en la trayectoria, en la posibilidad de obtener una remuneración justa y equivalente, en las oportunidades de acceder a puestos jerárquicos de toma de decisiones. De esta manera, dichos obstáculos se empapan de críticas, prejuicios y discriminación que hace del entorno laboral mucho más complejo y difícil para las mujeres.
En cuanto a la participación laboral de las mujeres, el INDEC presentó un informe que muestra la diferencia marcada por el género que existe en la tasa de empleo y actividad. La tasa de empleo de mujeres es de un 44%, mientras que la de los varones es de un 64%, dejando a la vista la distancia que existe entre mujeres y varones, donde los varones tiene una tasa de empleo mayor que la de las mujeres

De esta manera, podemos ver que el género de una persona determina su participación en la economía y en el mundo del trabajo, y que a su vez afecta el goce de sus derechos, lo cual lleva a las mujeres a trabajar en el sector informal de la economía debido a la expulsión que se da en la economía formal, donde se exponen a las mismas a empleos marcados por la precariedad laboral.
El informe afirma a través de los datos que las mujeres participan menos del mercado laboral, donde su tasa de desocupación es de un 30% superior a la de los varones. En cuanto a la tasa de subocupación, las mujeres registran un 15,8% que engloba el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que se da al interior de los hogares y que permite el sostenimiento de la sociedad y el desarrollo de la vida. En Argentina, las mujeres realizan 6,4 horas de trabajo no remunerado por día, mientras que los varones le dedican 3,4 horas, lo cual les garantiza a ellos mucha disponibilidad de tiempo para poder dedicarse a otras actividades.

Esta escasez de tiempo obstaculiza el ejercicio de la autonomía económica y laboral de las mujeres, dado que cuanto más tiempo se ocupa en tareas no remuneradas, menos tiempo queda disponible para otras actividades. Esto da lugar a una doble jornada laboral entre tareas domésticas y el mundo del trabajo, que suele permanecer invisibilizada.
Esta situación es insostenible porque excluye y genera pérdida de bienestar social y económico a las mujeres. Por esta razón, tal desigualdad debe ser abordada de manera urgente a través de políticas públicas con perspectiva de género, que busquen la equidad y que rompan las barreras que impiden a las mujeres poder insertarse plenamente en el mundo laboral y gozar de oportunidades de trabajo estable y digno para lograr la autonomía económica.
Las diferencias entre hombres y mujeres también se observan en el ámbito salarial. Al respecto, el INDEC indica que por cada 100 pesos que gana en promedio un varón, una mujer gana 74. Ello trae como consecuencia lo que se conoce como brecha de ingresos. Esta brecha aumenta a menor nivel educativo y menor calificación de la ocupación. En el gráfico siguiente se puede observar que los hombres profesionales ganan un salario mayor, mientras que las mujeres profesionales ganan un salario menor con el mismo nivel educativo, lo que perpetua la inequidad salarial.

En cuanto a los niveles educativos, el informe del INDEC muestra que las mujeres alcanzan niveles más altos de educación que los varones. Es decir, una mayoría de mujeres finaliza su carrera universitaria. Sin embargo, a pesar de estar mejor calificadas, su inserción en el mercado laboral se caracteriza por el acceso a trabajos inferiores al nivel de estudio alcanzado, dejando nuevamente a la vista la injusticia que se produce tanto en la esfera privada como pública.

Ahora bien, la brecha salarial visibiliza no solamente que las mujeres ganan menos que los hombres, sino que consiguen trabajos inferiores. Aquí se hace presente la conocida metáfora del “techo de cristal”, que representa la falta de mujeres en los cargos jerárquicos. Esto se vuelve preocupante debido a que hay una ausencia de representatividad femenina en los ámbitos de toma de decisiones. La existencia de un cupo de asientos reservados a mujeres evidencia este fenómeno.
A la metáfora del techo de cristal se le suma la de “paredes de cristal”, que se utiliza para explicar la feminización de ciertas actividades consideradas por costumbre como actividades del dominio de las mujeres, entre ellas: la enseñanza, las tareas de cuidado y el trabajo doméstico. Mientras que otras actividades son consideradas del dominio de los varones, tales como la construcción, el desarrollo tecnológico y el trabajo industrial, entre otras. De esta manera, las paredes actúan reproduciendo los estereotipos de género.
Lo anterior adquiere mayor relevancia al advertir que el ingreso promedio de los sectores económicos asociados a varones es más alto que el de los sectores económicos asociados a mujeres. En otras palabras, la sociedad valora y reconoce económicamente mejor las tareas masculinizadas que las feminizadas.
Por último, debemos mencionar la metáfora de “la escalera rota”, que hace referencia al hecho de que la permanencia de las mujeres en el mercado laboral está relacionada directamente con su carga de trabajo de cuidado no remunerado.
Otra razón que contribuye a terminar con la brecha laboral se debe al envejecimiento de nuestra sociedad. Las tendencias demográficas muestran que hay una caída de la fecundidad y aumento de la longevidad. En un futuro no muy lejano, habrá mayor población envejecida que población en edad de trabajar. Por tal motivo, es necesario incluir a más mujeres para poder aumentar la cantidad de personas activas que den respuesta a las demandas del mercado laboral.
Las desigualdades de género en el mundo del trabajo limitan el crecimiento de la economía y ponen en una situación compleja y difícil las circunstancias para iniciar un camino de desarrollo económico inclusivo. Por eso es fundamental disminuir las brechas de género, porque esto se traduce en efectos positivos para la economía y la vida de las mujeres. A nivel macroeconómico, se genera un aumento en el PBI agregado y per cápita; mientras que en el plano microeconómico, se dan mejoras en los rendimientos de la economía local.
Las brechas de género salarial y ocupacional analizadas implican una desventaja directa para las mujeres. Es urgente cerrar estas brechas para que las mujeres puedan gozar del pleno ejercicio de sus derechos económicos, y del reconocimiento por su talento, inteligencia, trabajo, mérito y esfuerzo. También es necesario poder terminar con estas diferencias por razones de eficiencia y crecimiento económico, que nos llevarían obtener más beneficios producto del progreso colectivo.
Cerrar la brecha es fundamental para garantizar la autonomía económica de las mujeres; disponer libremente de su tiempo y decidir sobre su uso; acceder al mercado laboral; y desarrollarse profesional y personalmente. De esta manera, la autonomía económica se hace presente para proporcionar a las mujeres la libertad para usar su tiempo de la forma que deseen y poder desarrollar su plan de vida y actividades económicas y laborales sin obstáculos.
La eliminación de la discriminación por razones de género en el mercado laboral da origen a sociedades más justas. Este cambio debe ser acompañado por políticas que favorezcan la conciliación familiar y laboral para aumentar la fuerza laboral a través de la activación económica de las mujeres, e incentivar una mayor y mejor distribución de las tareas de cuidado. Contribuir a la equidad de género es un imperativo para promover el goce efectivo de los derechos de las mujeres en el mercado del trabajo, e impulsar el crecimiento y desarrollo económico del país.