En 1975 Naciones Unidas declaró al 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, esto surge tras la lucha de cientos de grupos feministas a lo largo de la historia mundial.
Podemos remontarnos a la revolución industrial, donde ocurrió uno de los conjuntos de transformaciones económicas, sociales, culturales y tecnológicas más grandes de la historia, y entre ellas el levantamiento de la voz de aquellas mujeres que comenzaban a reclamar por sus derechos laborales, civiles y políticos.
Tras el levantamiento de estos movimientos en 1907 se lleva a cabo la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas donde se establece la importancia de la lucha por el sufragio femenino. El 2do Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas, en 1910, propuso conmemorar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en línea con lo propuesto por el sindicato de trabajadoras textiles de Estados Unidos, y así se celebró por primera vez en Alemania, el 19 de marzo de 1911, seguido de Austria, Dinamarca y Suiza.
A su vez, el 25 de marzo de 1911 se incendió la fábrica textil Triangel en la Ciudad de Nueva York de los Estados Unidos, lo que generó la muerte de 123 mujeres y 23 hombres, y puso en evidencia la falta de condiciones laborales en las que se encontraban, esto generó que el Sindicato Internacional de Mujeres Trabajadoras Textiles vuelva a manifestarse en reclamo de los derechos laborales.
Es por esto que la Asamblea de Naciones Unidas decidió establecer el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, conmemorando la fecha en que el Sindicato Internacional de las Mujeres Trabajadoras Textiles se manifestaron por primera vez en 1857 en Nueva York para exigir la igualdad salarial con sus compañeros. Sin embargo, en Estados Unidos no se comenzó a celebrar hasta 1994. Otra corriente establece que el 8 de marzo fue elegido como consecuencia de que en la revolución rusa los movimientos feministas tuvieron un gran impacto, y en 1917 las trabajadoras textiles en Petrogrado realizaron una fuerte manifestación por “Pan y Paz”.
Por último, cabe aclarar que circula el hecho de que el 8 de marzo es en conmemoración al 8 de marzo de 1909 cuando los dueños de la fábrica Cotton en Nueva York encierran a las trabajadoras de dicho establecimiento y lo incendian para que no se unan a los reclamos llevado a delante por el sindicato internacional de mujeres textil. Pero no hay un relato oficial ni registros históricos que lo confirme.
En conclusión, lo que si podemos afirmar, es que el 8 de marzo refleja un día de lucha para el movimiento feminista que buscó y busca terminar con la desigualdad estructural social, económica y cultural que existe entre el hombre y la mujer, refleja un movimiento que desde sus inicios salió a las calles en unidad reclamando derechos básicos. La lucha por los derechos laborales es una temática central en la lucha feminista desde sus inicios, y si bien se ha ido avanzando en dicha materia, la lucha y la reivindicación de los derechos laborales conquistados sigue siendo central en los feminismos de la actualidad.
En la actualidad a la hora de hablar de la lucha por los derechos laborales, y la reivindicación de los ya conquistados, debemos tener en cuenta que no existe un único feminismo que representa a todas las mujeres, sino que hablamos de feminismos, con una mirada interseccional, es decir entendiendo que no todas las mujeres y/o diversidades se encuentran en pie de igualdad, que las opresiones no son las mismas para todas, y que hay mujeres que no solo pertenecen a un grupo vulnerado de la sociedad, sino que pueden pertenecer a dos, tres, cuatro, generando que las bases de las luchas no sean las mismas. Hablando puntualmente de derechos laborales, hay mujeres que están luchando por eliminar la brecha salarial, mientras que otras están luchando por poder obtener un trabajo formal, en buenas condiciones, sin designaciones de roles de género, etc.
En nuestro país existe una división del trabajo con asignación de roles de género muy marcados. Los trabajos relacionados al cuidado, hogar, bienestar y supervivencia están más relacionados a las mujeres, mientras que el trabajo productivo que suele estar vinculado al mercado, economía, comercio, está más asociado a los varones. Esta división genera varias desigualdades, ya que de por sí, los trabajos realizados en mayor medida por las mujeres dentro del hogar no son remunerados o son remunerados con salarios bajos por el estigma e infravaloración de dichos empleos. Es así cómo se genera que las mujeres estén más expuestas a trabajos informales, menores salarios, condiciones de trabajo más precarias, y una imposibilidad de crecimiento laboral, aumentando lo que conocemos como la feminización de la pobreza.
Según el Informe sobre la participación de las mujeres en el trabajo, el ingreso y la producción del primer trimestre de 2023 del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, la tasa de actividad para la población de 14 años y más es de un 52,2% para las mujeres y del 70,9% para los varones, reflejando que hay una brecha de genero para la inserción de personas en el mundo laboral remunerado de 18,7%, una brecha que si bien, se ha ido reduciendo con la lucha feminista y los cambios culturales y sociales, continua siendo amplia.
A su vez, este informe marca como las mujeres también tienen mayor tasa de desocupación y subocupación. Cuando hablamos de subocupación estamos hablando de un concepto que hace referencia a una persona que conforma la población económicamente activa, es decir se encuentra en condiciones de trabajar y no es una persona desocupada, pero la cantidad de horas de trabajo no llegan a ser las necesarias para tener una jornada laboral completa. Esto es conocido en el lenguaje informal como “changas”.
Estas diferencias se generan, muchas veces, por la asignación de roles en las familias. Siendo las mujeres las que deben ocupar los roles domésticos, siendo un trabajo no remunerado, y los varones los que deben salir al mundo laboral formal. Con la conquista de derechos muchas mujeres han salido del rol en la casa como única labor, y han podido salir también al mundo laboral formal, pero sin dejar de tener que ocupar los roles del hogar. Esto hace que los tiempos para dedicar a sus estudios, profesionalización e incluso trabajo sean más reducidos y en consecuencia no puedan acceder a trabajos de carrera, de muchas horas, en condiciones dignas, y simplemente tomen trabajos más precarios por necesidad.
La necesidad de un empleo genera que no sea posible exigir un derecho tal como el empleo registrado, la tasa de informalidad es del 39,3% en las mujeres y del 34,6% en los varones, lo que representa una brecha de 4,7 puntos porcentuales. Esta brecha es 0,5 puntos porcentuales superior a la registrada en el primer trimestre de 2022. La violación al derecho del trabajo formal genera un perjuicio respecto de todos los derechos laborales como el acceso a la seguridad social (aportes jubilatorios, obra social, entre otros) y todos los derechos y resguardos de los trabajadores basados en la ley 20.744, “Ley de Contrato de Trabajo”.
Del total del empleo femenino un 15% es en servicio doméstico, siendo un equivalente a 1.371.517 mujeres. De ese total se registra una tasa de informalidad del 75,6%, “la relevancia de este sector de actividad para la estructura ocupacional es tal que, si se registrara al total de trabajadoras de casas particulares, la tasa de informalidad de la economía argentina se reduciría en 6,7 puntos porcentuales (caería del 36,7% al 30%) y la correspondiente a las mujeres bajaría 14,7 puntos porcentuales, ubicándose en 24,6%.” (Ministerio de Mujeres Genero y Diversidad, 2023). Otra consecuencia es que las mujeres deben incorporarse en el Pluriempleo, alcanzando el 11,7% de las mujeres ocupadas.
Todo esto describe una realidad: la lucha feminista conquistó, a lo largo de la historia, diferentes derechos políticos sociales y culturales que resultaron de vital importancia en la construcción de nuestras sociedades.
No obstante ello, es necesario advertir que la lucha continua. Actualmente seguimos viviendo en una sociedad desigual, donde los estereotipos y roles asignados culturalmente continúan otorgando privilegios a algunos y vulnerando derechos de otras, perpetuando dinámicas, costumbres y condiciones materiales con las cuales las mujeres siempre salimos perjudicadas.
Porque nos consideramos herederas de luchas imprescindibles y parte de un movimiento histórico, este 8M entendemos necesario reafirmar el compromiso con la construcción de una sociedad feminista, con justicia social feminista, donde todos y todas tengamos los mismos derechos laborales, políticos, sociales y culturales.
Este 8 de marzo, volvemos a marchar en defensa de lo conquistado y por todas esas injusticias que todavía faltan transformar, marchamos porque el ajuste económico termina perjudicando en mayor medida a las mujeres, marchamos por nuestro derecho a educación pública, a la salud, por el reclamo de un estado presente que busque eliminar la brecha de género.
Seguiremos marchando, discutiendo y levantando la voz cada vez que haga falta hasta que reine en el pueblo el amor y la equidad.
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